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Publicado por
JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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PODRÍA pensarse que sólo es un problema personal, el estigma que acompaña a los que ingresan al PSOE desde partidos situados más a la izquierda. Como recordaba un viejo camarada, al que las zancadillas de sus correligionarios impedían llegar a un cargo político para el que estaba suficientemente preparado: «Estos H.P. no perdonan nunca de dónde venimos». Al partido socialista se pudo ingresar desde los viejos sindicatos franquistas, la extrema derecha o los partidos regionalistas más obtusos, y hacer carrera política; pero los que lo hicieron desde el PCE o IU lo han tenido más complicado. Miran tanto al pasado, por ejemplo a la Guerra Civil, que tienen miedo de los Carrillos que les lleven al huerto, o desconfían del entrismo que practicaban los partidos troskistas. De toda esta fauna hay muchos y conocidos ejemplos en León. Pues sí, es un problema personal y no una lucha ideológica, aunque las obscenas y descarnadas luchas por el poder se quieran justificar de otra manera. Los resultados electorales de marzo no se corresponden, por ejemplo en Ponferrada, con las pasadas municipales de 2007 (diez mil votos de diferencia); por tanto, el culpable es el cabeza de lista y hay que descabalgarlo. Olvidan la herencia dejada por su antecesora que, con su intransigencia, segó toda posibilidad de hacer prosperar una opción socialista en la ciudad, por no hablar de los últimos gobiernos de Celso López Gavela. Eso sin contar con la buena labor realizada por los dos alcaldes del PP, Ismael Álvarez y Carlos López Riesco, que dieron un vuelco total a la ciudad. El error de Ricardo González fue mantener aquel tipo de oposición hosca y un discurso catastrofista que no se correspondía con la realidad percibida por los ciudadanos. No hay más. La población no se comporta siempre de forma homogénea, no vota sólo por razones ideológicas al margen de la realidad social en la que viven. Los partidos no forman a sus electores, no los in-forman, es decir no los forman desde dentro en ideas políticas, valores morales y actitudes responsables; sólo los con-forman, los forman desde fuera o, lo que es peor, agradan sus gustos, sus más bajas pasiones para manejarlos y someterlos mejor. Los partidos son máquinas electorales que gobiernan mediante encuestas para saber los deseos primarios de la gente y luego utilizarlos como recurso electoral. Hay un do ut des que, frente a ideas utópicas, trasnochadas, que muchas veces han conducido al desastre a pueblos enteros, parece un recurso más pragmático. Pero ese do ut des , doy para que me des, aleja a la gente de los partidos, al ver que éstos son grupos minoritarios que vive a su costa. Los políticos no parecen servidores públicos sino señores de lo público. Al no existir primarias, como en EE.UU., un número exiguo, que no llega probablemente al 0,1 por ciento, impone los candidatos que hemos de votar. Como se juegan tantos intereses (cargos públicos que viven del presupuesto, prebendas en empresas públicas -véase el caso de Miguel Martínez o Angel Villalba a quienes sin la menor preparación se les premia con puestos de dirección en Paradores o Feve-, se producen tantos navajazos y enfrentamientos por encabezar las listas de los partidos. En ello no hay la menor confrontación ideológica. Lo doren como lo doren, todas estas trifulcas que contemplamos estos días en el PSOE berciano o en el PP nacional son expresión de luchas no por el poder sino por el puesto, por las prebendas.

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