Diario de León
Publicado por
ESTHER ESTEBAN
León

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NO HAY delito más repugnante, miserable y depravado que el que se comete contra los niños. No hay peor delincuente que quien deshonra y viola la esencia racional del ser humano agrediendo a lo más sagrado de una sociedad: su infancia. No hay peor persona que quien pretende arrebatar, de una u otra manera, la edad de la inocencia. No hay peor maldad que aquella que se comete, a sabiendas, de que la persona agredida dada su vulnerabilidad no tiene la minima posibilidad de defenderse. Todos esos factores y muchos mas se dan en el caso «Nanysex» el peor de cuantos la policía se ha encontrado en España sobre delitos de pederastia. Mas allá de los detalles terribles del suceso, el autor de las agresiones sexuales de niños y bebés que se hacia pasar por canguro, ha pedido someterse a una castración fisica, lo que ha abierto en nuestro país un debate sobre esta medida, al igual que ocurrió en Francia hace unos meses. La castración física es una medida muy populista, pero su eficacia sigue siendo una incógnita. Se trata de un tratamiento farmacológico para inhibir la líbido que, según los expertos, por sí solo no valdría de nada si no está acompañado de un tratamiento psicológico y actuaciones penales adecuadas a cada caso. Se inhibe la líbido sí, pero no la agresividad ni la violencia. Sea como fuere, en ningún caso la castración debe de contemplarse como un acto voluntario sustitutivo de la pena. La frialdad con la que Nanysex y sus compinches se han mostrado durante el juicio y la ausencia de arrepentimiento, nos da la medida de a qué tipo abyecto de delincuentes nos enfrentamos y plantea la duda razonable sobre si esa petición de Alvaro I.G. - el informático que se hizo pasar por canguro- de ser castrado obedece mas a un ardid de la defensa que a un deseo real de no seguir delinquiendo. Es muy fácil y especialmente escalofriante para cualquier madre ponerse en la piel de los padres de estos pequeños, e indignarse con la laxitud con que la ley trata a los pederastas. Además en este caso el abuso se ha dado por partida doble ya que el acusado primero abusó de la confianza de unos padres que pusieron en sus manos el cuidado de sus hijos y luego, de una forma aberrante, de los pequeños. Lo que está claro es que si este tipo de delincuentes salen de la cárcel sin estar rehabilitados deberían contemplarse algún tipo de penas especiales que permitan su seguimiento y control al abandonar la prisión. Nuestro sistema garantista provoca en demasiadas ocasiones que al final esté más protegido el verdugo que la víctima y en suma que no se haga Justicia. Desde luego la peor injusticia de todas es la que permite que nuestros niños pierdan su inocencia y sus abusadores campeen a sus anchas buscando sus próximas víctimas. No hay palabras de consuelo.

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