Una tregua en su contexto

DESDE las seis de la mañana de hoy está vigente en Gaza una tregua entre Israel y Hamas, el brazo islámico de la resistencia palestina que gobierna allí desde hace un año. No hay detalles, ni indicaciones sobre presuntas cláusulas secretas, pero los egipcios, mediadores oficiales en el asunto, han garantizado el fin del lanzamiento de cohetes Kassam sobre Israel y las incursiones por tierra y los ataques desde el aire sobre la banda. Si la ausencia de violencia se consolida en las próximas semanas y los egipcios, que cuentan ahora con ingenieros militares americanos, pueden controlar el contrabando de armas hacia Hamas se activarán las conversaciones específicas sobre dos temas cruciales: la liberación del soldado israelí Gilad Shalit y el comienzo del fin del bloqueo del territorio hasta la reapertura del paso de Rafah en la frontera egipcia. El Cairo ha actuado intensamente a través del general Omar Solimán, jefe de la Inteligencia y hombre clave en el dossier palestino, y aparece como una especie de avalista, un papel delicado porque no hay seguridad de que todo marche bien. De hecho hay un temor extendido: el de que si Hamas, disciplinado, cumplirá no es seguro del todo que lo hagan facciones menores, aunque se da por hecho que la Yihad Islámica ha dado su acuerdo, aunque no sea signataria. Para tomar eventualmente la decisión terrible de bombardear las instalaciones nucleares iraníes -que gana terreno como resumía ayer muy bien un artículo inquietante en la edición digital de Der Spiegel - a Israel le conviene tener en calma los otros frentes y dotarse de la apariencia de un gobierno que habla con quien sea y quiere acuerdos. Esta vinculación entre la tregua con los correosos islamistas palestinos y el Irán es especulativa, pero también razonable, verosímil. Sería un intento de aislar a Teherán dando a sus socios sirios y chiíes de Hezbolla algo tangible a cambio. Otra cosa es que esto funcione y, desde luego, los interesados lo saben de sobra.