EN EL FILO
Rajoy y el Congreso del PP
PREFIRIENDO que sea el poder territorial el que gobierne el Partido Popular, antes que una serie de nombres notables, pienso que Mariano Rajoy se afianza y que saldrá fortalecido del congreso que este viernes comienza en Valencia bajo unos augurios mucho mejores para él que los que podían esperarse hace apenas unas semanas. Los nombres de María Dolores de Cospedal, castellano-manchega, como secretaria general; de Javier Arenas, andaluz y de larga trayectoria en su partido, de Ana Mato, madrileña, y de Esteban González Pons, valenciano, todos ellos como vicesecretarios generales, representan a la mitad de la militancia de toda España, desde el punto de vista de representación territorial. Y es que a Rajoy le apoyan ahora, al menos oficialmente, las organizaciones de todo el país, con las excepciones conocidas de una parte del País Vasco y de Madrid. Lo que se cuece en los cenáculos y mentideros madrileños y los sobresaltos de la -lógicamente_hipersensible organización vasca son casos aparte y distintos entre sí, que acaso hubiesen merecido una mayor atención y dedicación por parte de Rajoy, que siempre tiende a «delegar» demasiado y a desocuparse de las cuestiones más candentes. Sin embargo, he de reconocer que, en los tres meses y medio transcurridos desde el 9 de marzo en el que el PP perdió -aun obteniendo cuatrocientos mil votos más que en la última ocasión_ las elecciones, Rajoy me ha sorprendido. Ha aguantado tempestades sin cuento sobre su cabeza, ha afrontado críticas implacables y no siempre demasiado justas procedentes de medios enemigos, ha padecido en silencio conspiraciones sin cabeza y sin rostro. Quizá no haya sido excesivamente perspicaz a la hora de detectar dónde estaban los amigos y dónde se escondían los enemigos, acaso algunos de sus nombramientos recientes no hayan sido los más acertados. Pero ha hecho suya la máxima de que «quien resiste, gana». Y pienso que ha ganado. Podríamos reprocharle que, en este tiempo, no ha hecho propuestas demasiado novedosas a la sociedad, que no ha avanzado en la idea -que consta que alberga en su cabeza- de ir decididamente hacia un partido de centro. Pero son comprensibles sus cautelas, dada la tormenta en vaso de agua en su partido, disfrazada -falsamente_ de controversia ideológica. Esa controversia tendrá que llegar ahora, inevitablemente. Y esperemos que Rajoy sepa afrontarla con ánimo decidido y con un valor que no siempre ha derrochado: el centro, pienso, es su sitio, aunque a algunos les disguste.