El reino del desconcierto

YA VERÁN como al final la celebración de los 1.100 años del Viejo Reino corre la misma suerte que la afamada feria Leer León. Lo que comenzó como una idea de mi compañera de página corre el peligro de terminar como una verbena de disfraces y un par de conferencias de intelectuales afectos. Es lo que pasa cuando se planifican mal las cosas, se deja pasar el tiempo para repartir premios de consolación y se disputa la autoría y organización de una conmemoración que debería suscitar algo más de respeto. Y lo digo porque lo de menos deberían ser los protagonismos de partido. Resulta demasiado obvio que aquí no se trata tanto de celebrar a Alfonso IX como de hacer ver a los ciudadanos quién es el rey del mambo, quién pone la pasta, cuando -no lo olvidemos- el dinero siempre llega del bolsillo del contribuyentes. El caso es que el Ayuntamiento ya ha decidido que sólo hablará con el ministerio de Cultura y la Diputación ha dejado claro que prefiere hacer migas con la Junta. Todo muy de colegueo en plan secta ideológica, no vaya a ser que los ciudadanos crean que el contrario es el que lidera los fastos. De continuar así las cosas, lo mejor sería que se ahorraran el esfuerzo y no tiraran el dinero. Y lo digo porque si se trata de reivindicar y celebrar que el Reino de León estuvo a la vanguardia de Europa en la participación del pueblo en la res publica, resulta bochornoso ver cómo mil años después tenemos unos políticos que piensan que la gente es idiota o menor de edad. Lo malo de algunos políticos es que no quieren ser útiles y prefieren darse importancia. La conmemoración de las Cortes de León debería ser una apuesta por el bien común y no convertirse en el reino del desconcierto.