¿Adónde vamos?

PARA predecir hacia adónde vamos, necesitamos conocer de dónde venimos y adónde estamos. Los científicos sensibles y éticos no son capaces de predecir cual será el final de las pautas socioculturales producidas por el exceso de las ambiciones de los grupos que tratan de diseñar el control del mundo. El final de este capitalismo que sólo proporciona bienestar a una minoría y empobrece a la mayoría, no será un final feliz. En principio los perdedores ya sabemos quiénes son. Pero al final, con toda la corrupción institucional que produce el sistema, añadida a las mafias, la prostitución, asesinatos por encargo, exceso de violencia social, eliminación de la calidad de vida y de la asistencia social, no se puede predecir lo que pasará a medio plazo. Cuando comprobamos los que están dispuestos a hacer el grupo que diseña el modelo económico y las ambiciones sin medida que padecen y vemos que la mayoría de los gobernantes están a su disposición, nos debemos sentir muy preocupados, porque el presente y el futuro no mejoraran, más bien lo contrario, empeoraran. Un ejemplo claro lo tenemos en Europa: hace pocos años se hablaba de reducir la jornada a 35 horas semanales y hoy se atreven a hablar de imponer 65 horas, de reducir los salarios y las prestaciones sociales. Aquí, cuando observo las alegrías y el optimismo que manifiesta el presidente del Gobierno, el excesivo gasto en altos cargos, en ministerios innecesarios, el lujo de los ministros (y de las miembras), me entra una gran tristeza, porque deduzco dos cosas: qué la sociedad de la que habla el presidente, se parece poco a la sociedad en la que vivimos la mayoría. Cuando dice que el sistema social es «sólido», se referirá a los magnates, no a siete millones de pensionistas que viven en la miseria y otros ocho millones de clase media que viven angustiados. Los problemas derivados de la crisis inmobiliaria, el precio de la vivienda, el exceso de inmigrantes, los han producido los gobierno de Aznar y Zapatero, porque no han querido ver el problema que nos venia encima. Si es verdad que estamos en un sistema de libre mercado, ¿por qué ahora la patronal recurre al Estado?. Es imposible, que con la visión que tienen los gobernantes de las causas que producen los problemas, los resuelvan a favor de los ciudadanos. Las grandísimas desigualdades que padecemos y aceptamos, demuestran que somos mucho más idiotas de lo que parecemos. Parece que cuando miramos, lo único que vemos es el sofá y el mando de la televisión. No vemos que el mundo es nuestro, lo vemos como si no fuera lo que nos da la vida es. Si el planeta se calienta, da igual; sí respiramos aire contaminado, da igual; si los ríos se convierten en cloacas, da igual.