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TIENDO A CREER, o a esperar, que Zapatero y Rajoy lleguen a pactos sustanciosos para los intereses de los españoles. Me parece que ahora, cuando Rajoy se ve libre de (excesivas) hipotecas y Zapatero ve las orejas al lobo, es el momento en el que ambos se encuentren -lo van a hacer en breve- y pacten. Tender la mano de una manera efectiva, no solamente retórica, sería, me parece, un paso inteligente por parte de Rajoy, que precisa hacerse fuerte en la moderación, frente a las posiciones irreductibles que tan poco fruto dieron en la anterior legislatura. Y, en el caso de Zapatero... En el caso de Zapatero, ¿sería ese gran acuerdo nacional un buen colofón para dos mandatos consecutivos? He rastreado por las hemerotecas en busca de alguna declaración que sugiera que Zapatero se plantearía retirarse al cumplir los ocho años de mandato, tal vez para regresar al cabo de otra legislatura. Pero ya he dicho que ZP tiene olfato y la suficiente malicia como para no repetir el error de su antecesor en la presidencia, anunciando con antelación que se marchará al agotar su segunda legislatura. No he encontrado indicios definitivos acerca de sus propósitos: se evade cuando se le pregunta al respecto, y seguramente hace bien. . Habrá que arriesgar en la apuesta. Con o sin pactos con el PP, Zapatero va a salir obviamente quemado de los avatares de esta legislatura, que se presenta durísima. Claro que ni el pesimismo extremo de los catastrofistas, ni el optimismo sin demasiado fundamento de quienes aventuran que la crisis económica será breve, y en la última parte de la legislatura habrá regresado la bonanza, me parecen factores que ayuden a la bola de cristal a la hora de adivinar el futuro político del presidente. Pero cierto es que muchos temas que quedaron pendientes del anterior cuatrienio estallarán ahora. No quiero dudar de la habilidad de Zapatero para encarar las dificultades, ni de su valor a la hora de afrontarlas, aunque en ocasiones sí dude de su preparación, y de la de su equipo, para solucionarlas. El citado desgaste, en todo caso, va a ser evidente. Una retirada a tiempo, si se garantiza una sucesión eficaz, equivale a una victoria. Ahora toca esperar y, tal vez, especular. Sólo ZP tiene la última palabra; él, afortunado mortal, es dueño de su destino. Nosotros estamos destinados a elaborar algo así como una futurología política, nada más y nada menos que eso.

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