EN BLANCO
Gracias, chicos
LOS DÍAS VIVIDOS por millones de españoles en torno a su sección nacional de fútbol son no sólo memorables sino balsámicos y también restañadores de los disgustos y sinsabores que les proporcionan la política y la economía. Son horas y días maravillosos los pasados en la calle o ante los televisores, y no digamos la jornada de este lunes para festejar por todo lo alto el regreso de los triunfadores. Todo ello ha desbordado ampliamente el ámbito de lo deportivo y ha penetrado con fuerza en las vidas, las costumbres y los sentimientos de millones y millones de compatriotas. Es posible que a veces se haya caído en el huero patrioterismo, pero me parece que son las menos. Yo he observado todo esto con mucha atención y estoy convencido de que ese orgullo de ser español, por la gesta de Luis y sus chicos, no tiene nada que ver con feas connotaciones políticas. Hasta la bandera bicolor ha sido rescatada de las garras de los ultras, que se la habían querido adueñar de nuevo en los últimos años. En cualquier caso, hemos asistido a un espectáculo maravilloso. También se ha llevado muy correctamente la administración de los triunfos por parte de los responsables políticos, empezando por los Reyes, si se les puede llamar políticos, y por el presidente del Gobierno, que estuvieron en Viena y después recibieron en Madrid a estos excepcionales 24 españoles, a los que tanto debemos, mucho más que tantos otros personajes de relumbrón, que no nos han dado ni la centésima parte de satisfacciones que el equipo y su entrenador. Personalmente, yo no entiendo cómo es posible que dos días después se le deje escapar a Aragonés. No es que yo pretenda hacer del tema un problema nacional, pero si no había firmado todavía, no comprendo que no se haya querido o conseguido que cambiara de opinión y que siguiera por un par de años más al frente de la selección. Pero claro, para eso tendría uno que ser experto y uno sólo es uno más de esos millones de españoles que han conocido la felicidad gracias a los 24 de la fama.