AL TRASLUZ
Llave maestra
SE DICE DE LOS leoneses que son cerrados, sobre todo en el trato con forasteros. Curiosamente, es un sambenito difundido por los propios nacidos en esta tierra, más proclives a ensalzar alimentos que personas; a la cecina y a las mollejas cuántos elogios sean necesarios; a los foráneos, sólo los justos, es decir, pocos o ninguno. Pese a ello, tampoco escasean quienes disfrutan siendo hospitalarios. Ayer degusté el original homenaje a la cultura sefardita ideado por el restaurador José Quindós. Un manojo de llaves de chocolate, oro negro leonés que simboliza la bienvenida al visitante percibido como amigo, no como extraño. Junto con sus hermanos continúa con la concepción de la hostelería humanista que sus padres les han inculcado: la empresa ha de compaginar la búsqueda del legítimo beneficio económico, pilar maestro de toda iniciativa, con la transmisión de valores y de cultura. Una llave de chocolate -en cuatro sabores- para convertir en leoneses de adopción a quienes proceden de otras provincias o países, dentro de un compromiso para apoyar esta ciudad como capital de la Red de Juderías de España. La filosofía del proyecto nos parece clara, pese a su variada simbología: abrir puertas es mejor que cerrarlas. Prefiero este lenguaje optimista a reducir el Medievo a justas a lo spaghetti western. El antiguo Reino de León no tiene ya puertas visibles, pero sí una llave maestra, delicia de nuestra repostería local. Las instituciones políticas han captado el atractivo de la idea, las posibilidades de su discurso integrador. León tierra de acogida. Este ha de ser el camino: apostar por lo nuestro, con imaginación, instinto empresarial y refinamiento. Ojalá estas llaves contribuyan a abrir todos nuestros cerrojos y candados, los reales y los inventados.