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Ponferrada

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LAS HORMIGAS llegaron al huerto la primera noche del verano. Ardían las hogueras de San Juan, las estrellas enloquecían de calor y se escondían en un rincón del universo para parecer invisibles, cuando al amparo de la oscuridad, la colonia de insectos escarbó su hormiguero muy cerca de las fresas y los pimientos. Al anochecer del día siguiente, la mujer descubrió un montón de tierra sospechoso al acercarse al huerto para regar. Humeaban las cenizas de San Juan todavía, las estrellas, que se habían vuelto realmente invisibles durante el día, volvían aparecer tímidamente en el cielo, y el hormiguero bullía de actividad. En cuanto lo vio, la mujer tuvo la tentación de pisotear el nido de sus incómodos vecinos temiendo que se comieran las últimas fresas de la temporada. Pero cuando iba a levantar el pie, un viento repentino despeinó los girasoles, el sol se puso detrás de una suave ladera salpicada de cepas de mencía, y por extraño que parezca, decidió que aquel hormiguero debía seguir allí porque así lo quería la naturaleza. Las fresas de temporada se acabaron. Los pimientos crecieron, las estrellas aparecieron y desaparecieron, y la mujer, que evitaba aplicar productos químicos para atajar las plagas del huerto, siguió respetando la colonia de hormigas que poco a poco iba llenando su nido de alimentos. «Son ellas, o el huerto», se convenció finalmente. Y al anochecer del quinto día, se llevó con ella un veneno para matar a las hormigas y dejar que toda la huerta creciera con tranquilidad. Abrió el envase frente al hormiguero y de nuevo se levantó un viento repentino que le espolvoreó ligeramente la nariz con un polvillo azul. Observó con más detalle el veneno, cayó en la cuenta de que aquel producto era incluso peor que cualquier fungicida, y decidió volver a dejar el hormiguero en paz. Llegada la primera luna llena del verano, mientras los seudocaballeros templarios escenificaban en Ponferrada el desfile del maestre Guido de Garda con una falsa Arca de la Alianza y un falso Santo Grial, el hormiguero desapareció. Harta de las hormigas, pero incapaz de matarlas, la mujer se había vuelto a acercar a la huerta cuando el día comenzaba a oscurecerse y por difícil que resulte de creer, no encontró ni rastro del hormiguero que comenzaba a quitarle el sueño. Cayó la noche. La primera luna llena del verano lo iluminó todo. Y la mujer se quedó pensativa junto al lugar que había ocupado el montón de tierra durante varios días. Todavía se preguntaba por lo que había podido pasar en su huerta cuando cerca de la medianoche, levantó por fin la cabeza y asombrada, contempló el cielo cubierto de astros en movimiento. Fue en ese momento cuando las estrellas le parecieron hormigas y la luna un inmenso hormiguero. (*Todo lo anterior es una parábola. Si alguien quiere ver en ella un relato figurado de la crisis del PSOE en Ponferrada, donde no hay agrupación, ni militantes, y los concejales están en un limbo, de las protestas contra la incineración de residuos en Toral de los Vados, o la huelga en la fábrica de palas eólicas de La Llanada, estará en su derecho. Yo prefiero ver sólo un cuento sobre el aliento mágico del Bierzo.*)