EL RINCÓN
El atasco
POR muy ecuánimes que seamos en el reparto del optimismo que regala, gratis total, nuestro presidente Zapatero, hay que reconocer que las cifras de la Justicia desbordan los platillos y superan ya los 2.500 millones de asuntos pendientes. El dirigente sindical José María Fidalgo exige que se preserve la «hucha de las pensiones» y la morosidad alcanza su mayor nivel desde 1999 tras duplicarse en los últimos doce meses. El Estado pagará el paro en dos plazos a 100.000 inmigrantes para que regresen a sus países, pero nosotros las vamos a pagar todas juntas. Para colmo, el último parte médico del Guernica confirma que el histórico cuadro, que últimamente no se encontraba muy bien, está peorcito. El gigantesco atasco se ha desencadenado, en gran parte, al descubrir que cada ladrillo contenía una bomba racimo. Mientras no veamos grúas, lo veremos todo negro, de un aproximado color petróleo y, como ha dicho el ministro de Asuntos Exteriores francés, que por cierto tiene una cara muy apropiada para dar pésames, «por primera vez los europeos no son optimistas ante el futuro de sus hijos». ¿Cómo tener ánimo en un momento así?, se pregunta la gente, pero la contestación es sencilla: en estos momentos es precisamente cuando se necesita tener ánimo. En las épocas donde todo sale a pedir de boca no hay que preocuparse por la comida, ni por el aperitivo. Moncloa convoca a destacados economistas para evaluar la crisis, pero si esos economistas fueran tan destacados la habrían visto venir y hubiese corregido sus desastrosos y bruscos efectos. Confiemos en nosotros, en cada uno de nosotros. En el Cancionero Anónimo se leen unas confortadoras palabras: «Turbias van las aguas, madre, turbias van, mas ellas aclararán».