EL RINCÓN
El chófer de Bin Laden
EN LA prisión de la base estadounidense de Guantánamo, que debe de ser lo más parecido a una sucursal del infierno, está siendo juzgado Salim Hamdan, el chófer de Bin Laden. Quieren que diga la dirección a donde le llevó por última vez, para tener alguna pista del fantasmagórico líder, pero también le acusan de haber atropellado a mucha gente y no siempre en carretera. Lo más probable es que le culpen de la subida del petróleo, ya que no reparaba en gastos y decía siempre en las gasolineras eso de «lleno, por favor». ¿Qué se puede esperar de la Justicia cuando la ilustre dama condesciende a visitar Guantánamo? Es como si María Goreti hubiera decidido hospedarse en un puticlub de carretera. Nos dejó dicho Bertolt Brecht que hay muchos jueces incorruptibles, ya que nadie puede inducirles a hacer justicia. La Justicia, que es de linaje divino, siempre puede ser cuestionada en tiempos de paz, pero en tiempos de guerra o de inmediata postguerra desaparece. Simplemente no existe y por lo tanto no puede ser vulnerada. La ejercen los vencedores, que se convierten en jueces y parte del botín. Agrupan en las cárceles a los 'combatientes enemigos', incluso a los que jamás han combatido, y los culpan de criminales de guerra. ¿Cómo iba a matar a nadie el chófer de Bin Laden si tenía todo el tiempo las manos en el volante? En algunos momentos históricos se necesita más que en otros una lista de culpables, mientras, más larga mejor. No siempre se consigue una pieza importante, como el líder Karadzic, más conocido como «el carnicero de Sarajevo», que llevaba huido doce años y ahora ha sido capturado. En muchas ocasiones hay que conformarse con piezas menores: el dentista de Hitler o el peluquero de Petain. El caso es vengarse.