EN EL FILO
Normalidad democrática
HAY quien piensa que este encuentro en Moncloa entre Rajoy y Zapatero llega tarde. Que este año en que no se han visto ETA ha vuelto ha hacer lo único que sabe; la Justicia está cada vez peor, y la crisis económica ha hecho a los ciudadanos de este país más pobres que hace doce meses. Pero esa sería la lectura negativa de una cita, tantas veces exigida por los electores del PP y el PSOE, y que puede suponer un cambio de tendencia en la vida política de Gobierno y oposición para los próximos cuatro años. Si es verdad que el compromiso adquirido por ambos líderes en temas de terrorismo, reforma de la Justicia (no en su contenido global, pero sí en los aspectos más importantes como son la renovación del Constitucional y del Consejo del Poder Judicial), se mantiene a lo largo de la legislatura, el ejecutivo podrá dedicarse a lo que de verdad importa en estos momentos a los españoles: a gestionar de la mejor manera posible la gravísima crisis a la que se enfrenta la economía. Y la oposición a su papel de vigilar y criticar, con la dureza que estimen necesaria, esta gestión. Porque el Gobierno no parece tener mucho margen de maniobra frente a la imparable subida de precios del petróleo, ni a la crisis de las hipotecas basura de Estados Unidos. Tampoco es un buen dato que la economía norteamericana vaya peor y que las europeas estén sorteando la recesión a duras penas. No existen fórmulas mágicas, no las tiene el Partido Popular y sería un milagro que los expertos que se reúnen con Zapatero esta semana en Moncloa puedan darle una receta que frene la subida de los precios y corte la sangría del paro. Por eso, lo inexplicable, lo que a veces incluso da pudor escribirlo, es que un país moderno y democrático, que sigue padeciendo la lacra del terrorismo y que ha pedido a su clase política a gritos en la calle que quiere unidad tenga, además, que esperar tanto tiempo para que los dos principales partidos recuperen la unidad en un tema como es la lucha contra ETA. La Justicia, y sobre todo la renovación de sus órganos principales, afecta a la vida cotidiana mucho más de lo que se pueda suponer. Solo hay que recordar el terrible caso del asesinato de la niña Mari Luz y la cadena de despropósitos que llevaron a que su asesino estuviera en la calle con una condena previa por abuso que no había cumplido. Porque los juzgados no están informatizados, porque faltan jueces, porque el Consejo General del Poder Judicial que se debía haber renovado hace cinco años fue bloqueado por el PP. Todo esto tenía que acabar y ya era hora de la normalidad democrática.