EL RINCÓN
El socorro del ganador
CUANDO se encuentran el presidente del Gobierno y el líder de la oposición, no sabemos qué admirar más. Si sus habilidades de prestímanos para ocultar en las manos extendidas para el saludo las mutuas navajas, o las sonrisas que ambos lucen. Las navajitas o los cuchillos cachicuernos son siempre de difícil disimulo, pero tampoco es fácil sonreírle a alguien que se odia. Alguna vez habrá que hacerle un homenaje a la hipocresía. Este virtuoso vicio no siempre puede ser definido como el homenaje que rendimos a la virtud. Más bien es una ineludible condición de la convivencia y tiene mucho más mérito mirar de frente a alguien al que no se puede ver ni en fotografía. Que no se crea nadie que Zapatero y Rajoy se han alejado de la crispación. Antes de mostrarse corteses durante el tiempo en el que les retrataban, el señor presidente había acusado a su adversario político de que pretende quitarle 2.000 millones de euros a los pensionistas y a los funcionarios. El mayor problema económico actual es el de repartir equitativamente la penuria. Hasta las fortunas más sólidas tienen falta de liquidez, lo que prueba la índole gaseosa del dinero, ese nómada. Ahora estamos tratando de socorrer a las gentes que han ganado más en los últimos tiempos. Quienes vendían pisos, con hermosas vistas a otros pisos, cuya construcción les había costado cuatro millones y los multiplicaban por diez, piden ayuda. Hubo una larga temporada en que ganaron dinero a espuertas o a sacos. Mucha gente no cree que sea injusto que ahora les den por saco. Quienes no sabemos de economía más que los sufrimientos que nos ocasiona, no estamos en contra de la negativa a inyectar dinero para salvar a las constructoras. Sería algo equivalente a hacerle una transfusión de sangre a un vampiro.