Descubrimientos

NO TODO el mundo puede ser como Picasso, que dijo, sin ninguna presunción, eso de «yo no busco: encuentro». En general, los seres humanos, incluyendo en este apartado a De Juana, se van obligados a buscar mucho para encontrar algo. Esa es la reconocida diferencia entre las personas de talento, que pueden hacer lo que no pueden hacer las personas normales, y los genios, que «hacen lo que no pueden hacer las personas de talento». ¿Quién nos asegura que los test para identificar las drogas en la sangre y en la orina de los ciclistas no ha contribuido a algunos descubrimientos? Una gran mayoría de avances médicos se deben, en buena parte, al azar, aunque haya que reconocer que los afortunados eran siempre científicos. Sí lo que hubiera estado investigando el doctor Fleming hubiese sido el índice de probabilidades de rematar de cabeza un córner, no descubre la penicilina. Para hallar algo hay que merodear por su territorio. No ha sido celebrado suficientemente el descubrimiento de un fármaco que aplace el incontenible avance del Alzheimer. Por ahora no está en las boticas, pero estará. De momento nos tendremos que resignar a sufrir sus primeros síntomas, que consisten en no saber dónde el nombre de Alzheimer lleva la hache. Tampoco se pondera el hallazgo de una medicina que resultará eficacísima contra el sida y que al parecer está al caer del árbol de la ciencia. Las enfermedades, que son lo que más contribuye al desarrollo de la medicina, están siendo acorraladas. Podríamos triunfar sobre ellas sino no fuese porque se descubren otras nuevas. Ahora hablan de unas píldoras que proporcionan idénticos beneficios que la práctica del deporte. Habrá atletas sentados en las Olimpiadas futuras.