Diario de León
Publicado por
CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS
León

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DURANTE TODOS estos años la izquierda se ha sentido más escandalizada por Guantánamo que por China. Le ha importado más el trato vejatorio a unos criminales de guerra que la sistemática persecución de las libertades, a veces de modo tan sangriento como sucedió en Tiananmen. La razón es clara: a la izquierda le interesa mucho más denunciar el sistema liberal, aunque sea a partir de fallos concretos y temporales que los fallos masivos y estructurales de China. Para la izquierda hechos como Guantánamo vienen a demostrar que el sistema occidental, el capitalismo en definitiva, es el Mal mientras que el Bien es la causa histórica que representa la gran marcha hacia la construcción del socialismo en la nación más grande del mundo. Esta forma de pensar tiene una larga tradición y ha contado con la complicidad de los intelectuales de izquierda, desde Sartre a Saramago. Mientras Solyenitsin cumplía prisión en uno de los gulags que luego denunciará en su famosa novela, los intelectuales norteamericanos y europeos se dedicaban a denunciar el macarthysmo como la depravación política más abyecta de la historia. Y es evidente que el macarthysmo fue un viento de locura en los tiempos de la guerra fría posteriores a la segunda guerra mundial y que fue justo y necesario criticarlos pero su carácter temporal demostró que no eran una consecuencia del sistema democrático. Por otra parte, fue utilizado con gran eficacia para tapar las aberraciones del estalinismo. Silencio sobre los disidentes rusos. Consideración del archipiélago gulag como una anécdota del mundo de paz representado por el socialismo real. Así que después de haber sido liberados del nazismo, prácticamente al día siguiente, los intelectuales parisinos, romanos y berlineses acusaban de inquisitorial a la democracia más consolidada del mundo. A la que había cantado con razón Walt Whitman de forma entusiástica, lo que no le había impedido señalar los momentos en que la bandera «no fue tan acicalada y cabal y florecida». Por todo esto ha sido Sarkozy, y no Zapatero, el que ha denunciado la barbarie china, el sacrificado Tíbet, la opresión sistemática de los disidentes, los recursos diarios a la tortura y la pena de muerte. Para Sarkozy el deporte no puede ser tomado como una tregua para la inmoralidad aunque no así para algunos dirigentes populares. Hay que tener finura en esto del deporte y la política, ha dicho González Pons. No es tiempo de principios morales sino de medallas. Una vez más, el PP se pliega a las consignas de Zapatero, de Moratinos en este caso. Conviene ir cogidos de la mano en todo. Incluso en el silencio ante la gran, la inmensa, la espantosa dictadura china.

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