Diario de León

HISTORIAS DEL REINO

Camino a ninguna parte

Publicado por
MARGARITA TORRES
León

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HACER POR HACER, sólo para deshacer lo que nunca se hacer, rimó Bosé en una canción sin duda compuesta pensando en los dimes y diretes de eso que se llama el Camino de la Lengua Castellana y nuestro leonés. Mucho se ha debatido esta semana sobre la oportunidad, o no, de incorporar el documento conocido como Nodicia de Kesos (959-975) a la tan controvertida ruta. Que si es castellano, que si leonés. Podríamos añadir que, en la segunda mitad de la décima centuria, ni castellano, ni leonés, ni gallego existían, sino que se encontraban en sus calentamientos preliminares camino hacia esos romances hechos lenguas vivas. Los extranjeros, que parecen más sabios que los hispanos, llaman a lo que parlamos entre nosotros español. Ese común saco en el que caben y cupieron palabras del aragonés, otras llegadas de Galicia, expresiones leonesas o giros vascuences para construir con tales ladrillos el edificio común que a ambos lados del Atlántico identifica a demasiados millones de hablantes como para bromear con el asunto, en concreto más de cuatrocientos. La Fundación Camino de la Lengua Castellana, nacida en el año 2000 y con sede en Logroño, agrupa en su patronato a catorce hombres y mujeres, que incluyen desde la actual Consejera de Cultura de Castilla y León al Director General del Libro del gobierno de la nación, pasando por los alcaldes de Valladolid, Ávila o Alcalá de Henares, amén de otros representantes políticos, aunque se olvidaron de Burgos, que ya es. Su objetivo, así lo afirma, es promocionar la ruta turístico-cultural de su nombre y que vincula a los enclaves significativos en la construcción de la lengua que hablamos. Probablemente sea necesario abrirnos al concepto de «español», más que reducirnos al de castellano, asimilable en los tiempos actuales a ese territorio originalmente condado, luego reino, y finalmente fileteado entre varias comunidades autónomas. Todo ello nos lleva a que las singularidades, como las generalizaciones, siempre incurren en absurdos errores injustificables científicamente. Camino de la Lengua Castellana es el de Don Quijote y Cervantes, o el de los sefardíes por el Mediterráneo adelante. Nadie se acuerda de ellos en este iter. Un vallisoletano reconvertido a cántabro-basko (sic), Ribero Meneses, denunció ante la UNESCO este invento, lo que parece laudable, aunque no tanto otras afirmaciones que acompañan cual que el euskera es la cuna de todos los idiomas europeos. Qué pensarían de ello íberos, astures, griegos, romanos, germanos, vikingos, árabes y judíos, es algo que me sobrepasa. Puesto a exigir, debería atenderse más a que el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua protegiera a los todavía parlantes de leonés, especie en directa extinción, y que aprendiera un poco de lo que hacen los catalanes con el aranés, que no hablan ni tres mil personas. O de la protección singular que un país en desarrollo como Siria otorga a otras lenguas minoritarias, cual el arameo, del que no existía gramática parda hasta que un occidental chiflado se pasó años encerrado en la ciudad de Malula torrándose de calor. Qué daño hace la política de salón de té y sus genuflexos servidores a la ciencia y la cultura.

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