TRIBUNA
León huele a ruina
QUE LEÓN huele a ruina es algo que se veía venir. Muchos lo veníamos pronosticando desde hace mucho tiempo. Pero los datos oficiales recogidos del INE por este D iario de León y publicados en la página 7 del día 17 del presente mes son demoledores. «El año 2017 la provincia de León tendrá sólo 453.000 habitantes. La juventud leonesa se está convirtiendo «en peligro de extinción». Estas son las lógicas consecuencias de la integración de esta provincia en la Autonomía de Castilla. Por eso, una vez más, quiero aportar argumentos basados en la historia para demostrar que esta Autonomía es una aberración política, La unión de los Reinos de León y de Castilla el año 1230 en la persona de Fernando III es aprovechada por muchos historiadores como una unión de semejanzas y de intereses comunes, algo que es completamente falso y que oculta una realidad bien distinta. La unión de León y de Castilla no fue la unión de leoneses y castellanos, sino de dos Coronas, la de León y la de Castilla. La Corona de León comprendía el País Leonés, Asturias, Galicia y Extremadura. La Corona de Castilla comprendía otras tres regiones: el País Vasco, Castilla y el Reino de Toledo Por otra parte, León y Castilla no solamente no eran semejantes, sino muy diferentes con orígenes y raíces distintas y hasta tradiciones antagónicas. La propia independencia del Condado de Castilla fue el producto de la incompatibilidad de los vasco-castellanos con los leoneses. Esto lo explica muy bien el historiador Ramón Menéndez Pidal en su obra «La España del Cid». Es bien cierto que el Condado de Castilla siempre rechazó el Fuero Juzgo, que era la base de las estructuras jurídica, política y social de los territorios de la Corona de León. A diferencia de Galicia, Asturias, Extremadura y el País Leonés que sí tenían grandes semejanzas e iguales estructuras políticas y sociales. Ni siquiera la lengua era común en ambas Coronas, pues en León se hablaba leonés y gallego y en Castilla castellano. El Fuero Juzgo era una legislación fundamental, que nunca fue aceptada por Castilla. Los vasco-castellanos fueron un pueblo con sus propias estructuras sociopolíticas y por eso siempre estuvieron unidos para luchar c ontra los foráneos; primero contra los romanos, luego contra los visigodos y finalmente contra los leoneses, repito, contra los leoneses. Es también aceptada por la inmensa mayoría de historiadores de todos los tiempos que la unión de las Coronas de León y de Castilla estableció la hegemonía de Castilla primero sobre León, luego sobre España entera y finalmente sobre todo el Imperio Español. Producto de estas apreciaciones son las típicas frases como Castilla hizo España, Castilla fundó España, Castilla conquistó América. No dudan en afirmar que Castilla impuso su lengua, sus leyes, sus ideales, sus costumbres a toda España. Estas ideas, que han sido extendidas desde hace 800 años, han sido en especial exaltadas por la «generación del 98», creando una enorme confusión y un supuesto predominio de lo castellano en toda España, falseando la historia española, sacando la conclusión de que fue Castilla la creadora de la unidad de España La historia demuestra que la realidad es todo lo contrario a como se cuenta. El año 910 nace el Reino de León con García I como continuación del Reino de Oviedo, mientras Castilla aparece en la historia como una provincia leonesa. El panorama político cambia cuando el conde castellano Fernán González une en su persona los diversos condados castellanos y el condado de Álava. El condado de Fernán González no es independiente del Reino de León, pero en la práctica funciona como independiente. Desde el año 910 hasta el año 1230, fecha de la unión de las Coronas de León y de Castilla, el Reino de León fue mucho más relevante, mucho más importante que el condado de Castilla y de cualquier otro reino cristiano de España El rechazo de Castilla al Fuero Juzgo es el símbolo de lo castellano. El último conde castellano, Fernando I, luego también Rey de Castilla se leonesizó profundamente, ejerciendo siempre de leonés, Fernando III no necesitó leonizarse porque era leonés, hijo del Rey de León Alfonso IX y gobernó de acuerdo con las leyes leonesas, hasta el punto de que, al reconquistar las tierras de Murcia y Andalucía estableció allí las leyes leonesas del Fuero Juzgo El propio historiador Menéndez Pidal reconoce que Castilla no ejerció influencia en las nuevas tierras sino que, al contrario, cedió preponderancia a Toledo y a Andalucía cuando Fernando III se establece en Sevilla. Con las enseñanzas de Menéndez Pidal se puede asegurar, que la reconquista de las nuevas tierras en Andalucía, Castilla pierde preponderancia y poder. Fernando III va entregando las tierras a la nobleza y a la Iglesia, formándose una aristocracia muy fuerte frente al poder de las instituciones populares. Fernando III ya no necesita el apoyo de las milicias comuneras castellanas. Lo único castellano que se extiende por toda la península es el romance castellano. Pero se da la circunstancia que Fernando III y Alfonso X ordenaron que las leyes leonesas del Fuero Juzgo fueran traducidas al castellano y así fue establecida en Andalucía la legislación leonesa. Así pues, se puede decir que la Península fue leonesizada, usando como instrumento la lengua castellana En resumen, la unión de los Reinos de León y de Castilla en la persona del Rey Fernando III no produjo la fusión de los pueblos leonés y castellano, además de otros pueblos, ni desapareció la identidad leonesa, ni desapareció la herencia leonesa a pesar de que muchos historiadores así lo quieran hacer ver. El que se siga hablando de la hegemonía de Castilla sobre León y sobre el resto de los pueblos de España no es más que crear confusión y un grave error que dificulta el conocimiento de la Historia de España Lo que Castilla no consiguió en mil años, lo logró el año 1983 con la incorporación de León a su autonomía. Cuando León pide algo, la respuesta es no. Aeropuerto, no; facultad de medicina, no; tecnología punta, no; estación de San Glorio, no; en fin, todo aquello que huela a desarrollo y riqueza para León, no. Los resultados están ahí: León huele a ruina. ¿Quién es el culpable? En primer lugar los políticos en general, que no les ha importado humillar a León por motivos bastardos. En segundo lugar, los políticos leoneses que, pudiendo haberlo evitado, no lo hicieron; prefirieron la poltrona. Y en tercer lugar, los propios ciudadanos leoneses que mucho hablar con los amigos y en los bares y cuando llegan a casa, ayudan pacientemente a sus hijos a preparar la maleta para que se vayan a ganar los garbanzos a otros lugares. Pueden hacer mucho más y lo saben.