Diario de León
León

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SEGÚN CONTÓ el bombero que le asistió, uno de los niños supervivientes del accidente de avión creía estar dentro de una película. «Quiero que termine ya esta película» repetía. Pero estaba en el mundo real, donde, afortunadamente, además del dolor también existen los héroes. Tenue es la línea que separa el cine de la vida. El galán de La rosa púrpura del Cairo abandona la pantalla y su mundo en blanco y negro, para vivir un romance real -en color- con una admiradora del patio de butacas. A veces, desearíamos que nuestros pesares sean sólo parte de un guión del que despertaremos con la palabra fin; otras, en cambio, quisiéramos adentrarnos en la pantalla y compartir un trozo de tarta de limón con Frankie Dunn, el entrenador de Million dollar baby , condenado a vagar solitario, o marcarnos un zapateado con Astaire y Rogers en Sombrero de copa , o seguir al rey Aragorn en su tarea de reconstrucción de la Tierra Media, aun intuyendo que todo volverá un día a ser destruido. Y en efecto, la vida no es una película, ni hay espejo a través del que adentrarse a otros mundos, como hizo Alicia. Aunque al menos, los héroes existen, y no sólo en la pantalla de los cines. El amor, la amistad, la compasión son sentimientos heroicos en un mundo donde no siempre los finales son felices; y a veces, ni los comienzos. Un niño, en medio de un paisaje en llamas, desea que nada esté ocurriendo realmente, que todo sean imágenes de una película para mayores, que él no debería estar viendo. La realidad crea simbolismos misteriosos, herméticos versos libres. No vivimos en una película, pero hay una banda sonora que nos acompaña a lo largo de la existencia: un solo de saxo, una armónica lejana, un punteo de guitarra, un piano en la noche¿ quizá la cálida voz de un héroe.

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