Diario de León
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JAVIER TOMÉ
León

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DENTRO DEL apartado dedicado a la Ciencia en este periódico que tiene entre sus manos, se informaba en fechas recientes sobre la aparición de una tesis doctoral centrada en los terribles estragos causados por los censores franquistas. El esfuerzo investigador de la doctora Marta Rioja, dirigido por la profesora Camino Gutiérrez, se fija en la agitada década de los 60, cuando a pesar de la entrada del turismo en dosis masivas y la irrupción de concupiscentes modas llegadas desde el extranjero, en nuestro país seguían prevaleciendo los viejos discursos sobre himno, patria y bandera. La industria de la censura, un círculo vicioso que tenía sus propias reglas, costumbres, tabúes y hasta sus particulares perversiones, dio de comer a personajes tan ilustres como Camilo José Cela, monumental tragaldabas que se especializaría en sus ratos libres en denunciar a los rojos y otras gentes de mal vivir, siguiendo una encrucijada de disparates que caracterizó la vida horizontal y monótona de aquella época regulada por las campanas de las iglesias. Dado que la realidad no existe, pues sólo hay diferentes puntos de vista, los censores se dedicaban a moldear la sexualidad cinematográfica siguiendo los dictados de su sacristana mente. Y así, el discurso salvador de la España nacional católica del general Franco no tenía mayores problemas a la hora de convertir un simple adulterio en tremendo incesto, como ocurrió con Mogambo, en una virtuosa campaña por machacar las entendederas del común de los ciudadanos. Todo fuera, tal como señala la doctora Rioja, por defender a machamartillo los tres estamentos sobre los que se fundamentaba el Regimen: la familia, la Iglesia y el Estado. ¡Benditos tiempos de fray Escoba, sor Citröen y la cabra de la Legión!

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