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ANTONIO PAPELL
León

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DECÍA Gil Calvo que en política el otoño comienza el 1 de septiembre, adelantándose tres semanas al calendario solar. Ya corre el plazo de tres meses que Solbes ha convenido con las fuerzas políticas para acordar la financiación autonómica, que parece que podrá ser consensuada con el Partido Popular (Rajoy apenas exigía el domingo en una gran entrevista tres razonables condiciones para ello: unanimidad, no aumentar los impuestos y no dejar desprotegido al Estado). Y es obvio que la conducción de ese acuerdo condicionará decisivamente los Presupuestos Generales del Estado, en los que el Gobierno quiere que el gasto público crezca sólo el 4% (3,5% nominal), en tanto el PP propone que ese incremento no pase del 2%, al tiempo que este partido reduciría el impuesto de sociedades de las pymes y elevaría la desgravación fiscal por el interés de las hipotecas. La financiación autonómica podría asimismo quedar afectada por la sentencia del Constitucional sobre los recursos contra el Estatuto de Cataluña, que nadie sabe todavía si va a ser dictada por este tribunal o por el renovado; al parecer, el Constitucional trabaja intensamente en este asunto, pero están también muy avanzadas las negociaciones PP-PSOE para designar a los cinco miembros que han de ingresar inmediatamente en el alto tribunal, lo que supondría recomenzar, o casi, las deliberaciones. Asimismo, es suponer que se abordará inmediatamente también la renovación del CGPJ, asimismo acordada por Zapatero y Rajoy en su última y productiva reunión. En las próximas semanas, PP y PSOE deberán plasmar la afirmación pública de su acuerdo antiterrorista, que ahora cuenta con nuevos elementos: Urkullu ha manifestado que quiere estar desde el primer momento en la génesis del acuerdo, ya que no es voluntad del PNV sumarse a un pacto ya suscrito de antemano; y el presidente de los nacionalistas vascos ha mostrado su conformidad con los cinco puntos verbalizados por los dos grandes partidos, al tiempo que ha apostado por un acuerdo no escrito. La rentrée está, en fin, cargada de contenidos, y sin embargo es más pacífica que las de la legislatura anterior, a causa evidentemente del nuevo tono del PP que, como también declaraba el domingo Rajoy, quiere convertirse por vía de la moderación en una opción posible incluso para quienes no comparten el grueso de su doctrina. Este cambio permite esperar que los debates que se avecinan sean asimismo templados y constructivos. Es de agradecer que la antigua confrontación a cara de perro y sin lugar para la coincidencia haya dado paso a este nuevo clima más habitable, en que los problemas más arduos parecen incluso menos insolubles. En este marco, el trabajo político, tan desacreditado ahora, puede llegar incluso a dignificarse.