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Publicado por
JULIÁN ÁLVAREZ GONZÁLEZ
León

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EN EL MUNDO son ya mas de treinta millones las personas afectadas por esta enfermedad. En España se calcula que existan unos 800.000 pacientes y se estima que en unos veinte años se doblará la cifra. Cerca de un cincuenta por ciento de las personas mayores de 85 años y la mayor parte de ellas que se encuentran en Residencias Geriátricas, padecen de esta dolencia. El promedio de edad de diagnóstico está ahora en 73 años. Es tan relevante esta enfermedad que en la actualidad, representa la tercera causa de muerte de las personas mayores; creyéndose, que de no descubrir tratamientos eficaces en los próximos años, adquirirá proporciones epidémicas a mediados de este siglo. La percepción social de este mal además, arrastra un enorme estigma negativo por afectar a las capacidades cognitivas e intelectuales de los pacientes. La dolencia de alzhéimer no es nada nuevo, pues hace ya más de un siglo que fue descrita con precisión como entidad clínica, por lo que se pude pensar de la existencia de tal demencia desde mucho tiempo antes, sin haber sido diagnosticada como tal hasta el año 1910, cuando Emil Kraepelin, le dio el nombre de enfermedad de Alzheimer a la demencia presenil, en honor al psiquiatra alemán Alois Alzheimer, que fue quien la descubrió en el año 1907. Las demencias en general y el mal de alzhéimer en particular, plantean múltiples interrogantes. En el momento actual, conocemos bastante de su clínica, aunque mucho menos de los procesos anómalos que la sustenta. El avance en ambos conocimientos está favoreciendo que cada vez existan más formas de aproximarse a ellas desde el punto de vista terapéutico. La pregunta que nos hacemos, es la siguiente: ¿por qué aparece esta enfermedad? Se conocen las lesiones que se presentan en el cerebro, pero se desconocen las causas que las originan, aunque en los últimos años hemos aprendido mucho de cómo se forman estas lesiones, se citan muchos factores y todos ellos parecen que intervienen de alguna manera, pero no se sabe cual es el factor decisivo, pues puede ser que la causa de la enfermedad sea el resultado de la conjunción de varios de ellos, es decir, multifactorial. Entre los factores que intervienen podemos citar entre los más significativos los siguientes: alteraciones del metabolismo cerebral, la edad, la herencia, los desórdenes psíquicos, los traumatismos craneales, los estrógenos, la alimentación, etcétera... Aunque las causas directas de la dolencia se desconocen, la edad, las perturbaciones psíquicas (depresión crónica y otras) y una cierta predisposición genética parecen ser factores decisivos, aunque no se puede afirmar que la enfermedad sea hereditaria al cien por cien, pero si es cierto que es más frecuente en aquellas familias que poseen antecedentes de demencias. ¿Qué es la enfermedad de alzhéimer? se trata de una demencia, pero diferente a las demás, pues aparte de ser una enfermedad neurodegenerativa, en ella siempre se dan desórdenes de la memoria, que aparecen desde las fases más incipientes de la misma, interfiriendo en las actividades habituales de la vida cotidiana y constituyendo el primer síntoma de sospecha. Es una entidad muy compleja, con una gran diversidad en su presentación clínica y un gran número de posibles complicaciones tanto de índole clínico como terapéutico. Sabemos que el proceso se inicia años antes del primer olvido, con una acumulación anormal de una proteína presente en el cerebro, llamada «beta amiloide», esta proteína no es la causa de la enfermedad, pero está siendo un gran objetivo terapéutico (farmacológico) y fundamental para destruir estas acumulaciones de proteína, ya que éstas interfieren en la comunicación entre neuronas y acaban provocando su propia muerte, por eso esta proteína esta siendo una clara diana terapéutica sobre la que se investigan decenas de fármacos, algunos de ellos aún en fase experimental, tratan de combatir el deterioro neuronal que padecen los pacientes y de impedir la formación de ovillos neurofibrilares, uno de los causantes del mal. Según avanza la enfermedad, la muerte de neuronas va afectando a diferentes funciones del cerebro hasta terminar con toda la actividad cerebral, intelectual y funcional. No sabemos porqué se desencadena el proceso, aunque se ha descubierto que existe un componente genético (hay tres genes implicados, cuya mutación altera el metabolismo de la proteína beta amiloide ) pero desconocemos las causas. De todas formas el propósito terapéutico hoy por hoy es detener el proceso en el momento inicial de la dolencia, al no disponer de una vacuna contra la enfermedad, porque cuando comienzan los primeros síntomas ya se ha desatado la pérdida de un número importante de neuronas que no se pueden recuperar salvo que la medicina regenerativa y las terapias génicas consigan en el futuro reparar los tejidos neuronales dañados y modificar los genes alterados, e incluso en la fase de deterioro cognitivo leve ya se da una importante merma de neuronas. La muerte neuronal comienza por el hipocampo y se va extendiendo por toda la corteza cerebral. Por todo ello, es trascendental hacer un diagnostico diferencial precoz, exacto y preciso, especialmente por medio de la técnica de neuroimagen PET (Tomografía por Emisión de Positrones) que nos permita detectar cambios precoces en el funcionamiento cerebral (esta técnica por el momento, tiene un uso restringido a la investigación por su elevado coste y su escasa disponibilidad) de los seres humanos que sufren pérdidas de memoria anormales, porque en muchos casos, puede deberse a una depresión u a otras causas, por consiguiente, es básico descubrir y detectar a tiempo a las personas afectadas que posiblemente evolucionarán hacia un deterioro cognitivo tipo alzhéimer o similar. En la demencia alzhéimer, la presencia de múltiples déficit cognoscitivos se manifiesta por un deterioro de la memoria principalmente, junto a la disfunción de las capacidades instrumentales del lenguaje, de la orientación espacio/temporal, alteraciones de las actividades motoras y sensoriales así como profundos desórdenes de la personalidad y de la conducta. Los profesionales de la salud que trabajamos habitualmente con pacientes con demencia tipo alzhéimer o similares desde hace muchos años, constatamos el siguiente postulado extraído de la observación clínica diaria, en el que el objetivo principal del tratamiento consiste en lograr interrumpir el proceso en la fase inicial de la enfermedad en los pacientes de leve a moderado deterioro mental e incluso en los casos ya avanzados retrasar y detener la progresión de la dolencia, para ello, han de aplicarse los tratamientos farmacológicos más convenientes. Actualmente la industria farmacéutica esta probando más de cincuenta fármacos, algunos de ellos de última generación, como el llamado Rember que se ha presentado en fechas recientes y al parecer con muy buenos efectos, pues estos fármacos pueden mantener estables los síntomas de la dolencia durante cierto tiempo y mejorar la capacidad cognitiva de los pacientes. Estos fármacos, además de evitar la formación de ovillos, reducen la placa amiloide, otro de los elementos que caracteriza a la enfermedad y sobre el que muchas investigaciones se centran. El propósito de estos tratamientos farmacológicos es modificar la enfermedad y así frenar el proceso de muerte neuronal asociado a dicha patología y por derivado el deterioro cognitivo que le acompaña y así conseguir una mejoría del rendimiento cognitivo y la reducción de los depósitos de amiloide y de la proteína TAU (elemento clave que interviene en la formación de los mencionados ovillos neurológicos) así como la disminución de la neuroinflamación y de la pérdida neuronal. Además de los tratamientos farmacológicos, es preciso e imprescindible aplicar las diferentes técnicas de estimulación neuropsicológica, (neuroestimulación y psicomotricidad), técnicas de reminiscencia, de orientación a la realidad y de terapia ocupacional, si queremos obtener unos resultados positivos y esperanzadores con el paciente, puesto que los trastornos que experimenta nuestro cuerpo y los problemas de nuestra mente están estrechamente relacionados, siendo la mente una prolongación de nuestro cuerpo y éste una prolongación de la conciencia. Los trastornos conductuales y psíquicos del mal de alzhéimer y de las demencias en general son abordados tanto desde el punto de vista psico/farmacológico como por medio de intervenciones psicológicas (psicoterapia) que inciden de manera especial sobre la mente y la conducta (método cognitivo/conductual), sobre las emociones, los sentimientos y el análisis del inconsciente del paciente (método psicoanalítico, humanista, y otros) y por supuesto, sobre el sentido de la vida y del posible sufrimiento (método logoterapéutico). El tratamiento de las personas afectadas por la enfermedad de alzhéimer de acuerdo con las pautas mencionadas nos ha permitido ralentizar y en muchos casos detener el progreso de la enfermedad, mejorar notablemente sus capacidades cognitivas y conductuales, conseguir un entorno protésico y terapéutico efectivo y aportar a los pacientes la seguridad que necesitan, tanto física como psicológica y social, devolviéndoles así a una vida más productiva, armónica y feliz.