EN POCAS PALABRAS LETRA PEQUEÑA
Empeora la relación afiliados-pensionistas Parados
LA RELACIÓN ENTRE afiliados y pensionistas se situó en agosto en 2,68 cotizantes por cada jubilado, lo que significa el primer retroceso de esta ratio desde 1996. Desde entonces, y a partir de un mínimo histórico de 2,06 activos por cada pasivo alcanzado en ese ejercicio, siempre se había registrado un mayor incremento del número de cotizantes que de nuevos pensionistas. La ruptura de la serie tiene que ver con el retroceso de la afiliación de trabajadores a la Seguridad Social durante los últimos meses más que con un súbito aumento del número de jubilados. Y es que el deterioro del mercado laboral se está trasladando con gran intensidad a la Seguridad Social, que acumula ya un trimestre consecutivo con pérdida de afiliados, algo desconocido desde la recesión del bienio 1993-94. Con independencia de la crisis y en una visión del asunto a largo plazo, sería bueno revisar el Pacto de Toledo de forma que esté previsto el carácter cíclico de la economía. EL PARO, la vieja lacra que fue durante años la mayor preocupación de los españoles según todas las encuestas, ha resurgido trágicamente con su faz más inquietante: traspasamos la barrera de los 2,5 millones de desempleados, con lo que regresamos a las cotas de 1998. Y con el grave presagio en las alforjas de que esto no ha terminado todavía: con toda probabilidad, la crisis nos llevará a franquear la terrible barrera psicológica de los tres millones de parados en 2009. Lo grave del caso es que, aunque la coyuntura internacional haya provocado el desastre, la culpa es nuestra: desde hace más de una década, nadie prestó oídos a las voces que anunciaban un desastre cuando se pinchara la burbuja inmobiliaria, ya que la crisis de esta actividad intensiva en mano de obra produciría riadas de desempleo. Se nos decía que no, que habría un «aterrizaje suave», pero el optimismo no se ha confirmado. Ahora sólo queda poner manos a la obra. Gobierno, oposición, agentes sociales, ciudadanos de a pie tenemos que arrimar el hombro frente al gran reto que amenaza con graves y quizá irreversibles quebrantos a nuestro bienestar.