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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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TENGO UN SUSTO en el cuerpo de no te menees ante las tristes realidades que nos llegan, día sí y otro también, desde los Estados Unidos. La historia que me dispongo a contar resulta bastante triste, pues aunque suena a coña marinera es real como la vida misma. Lo que parece un duelo de orgullos entablado entre cierto niño de cortas luces y su mamá, una señora con más bigotes que un bandido mejicano, se ha saldado con la muerte del pequeño y una acusación de asesinato para su progenitora, perteneciente a uno de esos cultos religiosos que se inventan historias más extravagantes que las reflejadas en su querida Biblia. A todos nos han enseñado las dos cosas que siempre dan resultado: la primera es callarse; y la segunda, no abrir la boca. Algo que llevó al pie de la letra la pobre criatura, privada de alimento por no decir «amén» después de cada comida. La familia zoquetoide tensó la cuerda hasta llegar al fallecimiento del tozudo menor, mientras que su madre ha ingresado en chirona bajo el gravísimo cargo de ser más bestia que bella. En los propios Estados Unidos, formidable país transformado últimamente en un gran cuartel, las autoridades de un distrito escolar tejano han autorizado a los maestros a llevar armas a clase y poner al baño María a los alumnos que no se sepan de memoria la tabla de multiplicar. La decisión, tomada por acuerdo conjunto entre padres y docentes, pretende evitar un Vietnam como el perpetrado el año pasado en la Universidad de Virginia, cuando cierto estudiante tarado entró a la muleta y masacró a 33 de sus estupefactos compañeros. No recuerdo con certeza el nombre de semejante artista, pero creo que unos le llamaban Bobby y otros simplemente Bobo. ¡Ay si le llegan a pillar los maestros de Tejas!

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