TRIBUNA
Castilla y León y la conservación de sus osos
Y DIGO SUS OSOS a tenor de lo que de vez en cuando se declara desde la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, refiriéndose a que ya tenemos más de cien osos gracias al esfuerzo de protección que se hace con esta especie. A nadie se le escapa que la distribución de los osos en la Cordillera Cantábrica se distribuye por varios territorios autónomos, uno de ellos Castilla y León, pero también y fundamentalmente en Asturias donde se encuentra el grueso de la población osera y donde desde hace ya veinticinco años, se desarrollan importantes actuaciones de conservación que han hecho de esta especie un símbolo para la sociedad asturiana. Pero esto de que desde la consejería se crea que los osos están salvados gracias a sus esfuerzos no es cuestión baladí, ya que como estamos viendo, la presencia de restos de osos, de osos muertos por veneno, de osos muertos a tiros, y ahora, la de otro oso que arrastra un cable de acero entre sus patas heridas, se produce también en los territorios que esta Consejería de Medio Ambiente gestiona. Todo ello debería hacernos reflexionar sobre la verdadera situación de los osos en esta comunidad autónoma. En Asturias se localiza posiblemente el ochenta por ciento de la población osera del grupo occidental, cohabitando de manera muy intensa con el ser humano con el que comparte el territorio, sin que ello nos esté continuamente sobresaltando con la presencia de osos muertos o en fase de llegar a estarlo de manera inminente. En cambio, en Castilla y León con una menor población osera, existe un continuo avatar por la supervivencia de esta especie, donde la administración reivindica su conservación más bien con la boca pequeña, por no decir que lo hace con ella cerrada, y donde la realidad que es más terca que los políticos, nos sitúa ante la evidencia de los continuos osos que aparecen en caminos y prados, muertos por los disparos de los furtivos o por el bocado envenenado, colocado por una mano criminal. Es evidente que en Castilla y León el oso no goza de la popularidad que tiene en otros territorios, una popularidad y cariño que se convierte en garantía de conservación. Todos estos osos muertos son víctimas de una acción delictiva, pero todos sabemos que la aceptación social del oso en las montañas radica especialmente en conseguir que desaparezca el secular enfrentamiento que hay entre el animal salvaje y el hombre, por lo que no es de recibo que la Junta de Castilla y León tarde de dos a tres años en pagar las indemnizaciones a las personas afectadas por daños de fauna salvaje, más cuando en otras comunidades con las cuales se presupone existe una estrategia de colaboración, como es el caso e Asturias, este periodo de tiempo se reduce a apenas una treintena de días. A estas alturas de la historia de la conservación de los osos, con miles de millones de pesetas invertidos durante años en las más variopintas actividades y con millones de euros gastados más recientemente, no es justificable que la Junta de Castilla y León no disponga de unos miles de euros para pagar de manera eficaz y rápida las indemnizaciones que deben de recibir aquellas personas que sufren los daños de los osos. La única justificación posible de entender es que el oso a la Junta de Castilla y León le molesta. Son muchos los que creen que esta especie frena el desarrollo económico de las montañas, implicando con su presencia la anulación de fantasiosos proyectos especuladores. Por ello, qué mejor estrategia que apoyar exclusivamente todo aquello que rodea al oso ofreciendo una imagen pública de gestión eficaz, pero dejando sin solucionar la principal causa que evitaría su muerte; el enfrentamiento con el hombre.