Los descontentos

EN ESTA HORA de la vida española, que ya había recuperado su ancestral retraso, hay más gente insatisfecha que nunca. Ni siquiera los concejales de urbanismo se sienten complacidos. Eran el gremio mejor instalado y el que cumplía su misión a mayor satisfacción personal. ¿Qué está pasando con esto de la crisis que entre ellos se ha establecido la angustia? ¿Es que ya con una simple firma no se puede decidir que un hipódromo destinado a echar carreras de lagartos puede transformarse en terreno urbanizable? Confieso que me preocupa mucho no ver disputas en los ayuntamientos de muchos pueblos por quién ocupa las concejalías de urbanismo. Hasta ahora lo tenían claro los eventualmente ilustrísimos señores alcaldes para distribuir los puestos: el más tonto, que generalmente era la más tonta, iba a cultura, y el más listo, que generalmente era el más cómplice, iba a urbanismo. El freno y la marcha atrás de la construcción ha alterado esa situación y se ha generalizado el descontento. El Gobierno teme, con motivo, una ola de quiebras en las promotoras y el presidente anuncia ayudas financieras de 3.000 millones de euros para el sector. Hay que darse prisa porque la Comisión Europea vaticina que España entrará en recesión este año y no nos quedan más que tres meses y pico. A ver si vamos a llegar tarde incluso para la recesión y no nos va a recibir nadie. Las empresas no han llegado a un acuerdo para repartir perjuicios. No están habituadas. Por su parte, que es la parte del león, los amos del dinero se niegan a soltarlo hasta que no se aclare que podrán cobrarlo con las habituales creces. Todo esto es muy grave, pero lo es mucho más que al justo descontento de la Armada se haya unido el de la Guardia Civil. Mucho cuidado.