EL RINCÓN
Viaje de vuelta
CUANDO llegaron a nuestras costas quemaron las naves y ahora, como los moros que se quedaron en las islas del Guadalquivir, no quieren irse. El plan de retorno aprobado por el Consejo de Ministros ha sido suspendido unánimemente por los inmigrantes. Sin duda estaba bien trazado y era bastante costoso, pero tenía un grave inconveniente: sólo le convenía a una de las partes contratantes. Cobrar el desempleo en dos plazos era una de las condiciones ofrecidas para pasaportar a los que llegaron para que los empleáramos aquí. La otra era que renunciaran a volver durante tres años, tiempo que se juzgaba suficiente para que pudieran reemprender sus vidas en los países de origen, sin tener en cuenta que en esas naciones no hay vida apenas y mucho menos vida laboral. Las asociaciones de inmigrantes han venido a decir, con todo respeto, que han recibido ofertas más atractivas que esa y han sido capaces de rechazarlas. No se muestran partidarias de que sus asociados arriesguen los permisos de residencia, ya que temen que los beneficiarios se conviertan en perjudicados. Volver con la frente marchita y con algunas monedas no les parece sugestivo sobre todo a los marroquíes: las monedas se gastan y la frente se la oculta el turbante. Por eso el 83 por ciento está en contra de la gran oferta de otoño lanzada por el ministro de Trabajo, señor Corbacho. No es la primera vez que no le salen las cuentas a su gusto a don Celestino. Estimaba que se acogerían al proyecto viajero un millón de inmigrantes y son sólo 87.000. Quizá debiera hacerlo extensivo a los nativos. Si a muchos españoles se les ofreciera algún dinero por irse a cualquier parte sin duda aceptarían, aunque no pudieran volver durante tres años, a ver si se había pasado la crisis.