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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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PARA asombro de la historia, el teólogo italiano Antonio Rungi ha lanzado un concurso por Internet cuyo objetivo es elegir a la hermana más guapa y maciza del país vecino. No es que el episodio vaya a formar parte de los capítulos fundamentales en la historia de la humanidad, pero dado que la vida es más aburrida que un disco de Manolo García, conviene desmenuzar en profundidad una iniciativa que pone en ebullición a esa fiera cotilla que todos llevamos dentro. La idea del padre Rungi, una especie de curita ye-yé a lo Alfredo Landa, no pinta mal, y más si proviene de un hombre ajeno por completo al rojerío disolvente, que diría el capo Berlusconi. Porque su loable propósito es acabar con el topicazo de que las monjas suelen ser feas como coquitos y sentirse además desilusionadas por no haberse realizado como mujeres. En definitiva, unos seres tristes, tan sólo fieles a Cristo y a la cruz, cuya formación intelectual se limita a lecturas de obras decentes y pías como Camino recto y seguro para llegar al cielo, escrita por el buen padre Claret. ¡No!, brama don Antonio tras apurar una redoma de vino sacramentado, los estándares de la civilización actual exigen que las monjitas abandonen las blandas sendas del sosiego para ser valoradas igual que pollo en rifa. Acostumbrada a imponer sus creencias, su moral, sus valores, sus rituales y hasta sus fiestas, la Iglesia parece lanzarse a la caza de audiencia mediante una iniciativa que acabará por consagrar públicamente a una religiosa de bandera, bella como un cuadro de la Madonna. No en vano, insiste Rungi, una monja santa e inteligente, adornada además por evidentes encantos femeninos, dará un juego excelente en la misión de la evangelización y de la pastoral juvenil. Yo pienso votar.

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