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Publicado por
CAMINO GALLEGO
León

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ESE era uno de los eslóganes primeros que tuvo León en la década de los sesenta, cuando empezó a utilizarse la publicidad para algo más que para vender tónicos. Pero la bella desconocida puede también aplicarse a la basílica de San Isidoro. No porque no sea famosa más allá de nuestras fronteras, que lo es y mucho por méritos suficientes que no voy a enumerar. Pero es, era, desconocida para nosotros mismos cuando hemos vuelto a contemplarla tras la restauración (o, mejor, limpieza) a que ha sido sometida en los últimos meses. La humedad (especialmente en la capilla del Sagrado Corazón), el polvo y el humo habían ensuciado paredes, retablos, pinturas, esculturas y hasta puertas. Tras la limpieza se ha rejuvenecido y presenta un aspecto mucho más brillante. No sólo porque la iluminación ha mejorado, sino porque los vitrales se han limpiado y entra más luz, aumentando la luminosidad al añadirse cristal a las puertas de acceso y también en la parte alta de las mismas, así como al pintarse los techos de las naves laterales. Con todo, lo que más llama la atención son las puertas interiores, de un precioso color azul turquesa, y los angelotes que ocupan las bases en las que descansan las columnas que soportan la bóveda. Antes eran anodinas y ahora destacan en el muro con sus coloridas túnicas y sus escudos. La pena es que la propia estatua de San Isidoro, que mira a los fieles entre el altar mayor y el del Sagrado Corazón, tiene un grave deterioro en su pintura. Se ha descubierto una joya que estaba tapada por la suciedad acumulada con los años. Es el principio. Debe haber continuidad porque queda mucho por hacer y ahora es el momento.