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TRIBUNA

Tres políticos y una misma enfermedad

Publicado por
CARMEN BUSMAYOR
León

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TRANSCURRÍA octubre de 2007 cuando los medios de comunicación sacudían la atención de los españoles. Un político estaba por medio y no era por prevaricación, ni malversación, abundante cosa que cabrea mucho al ciudadano de a pie que es quien siempre lleva la peor parte. Era sábado, 20, y la ingrata sorpresa llevaba el imborrable sello de mal de Alzheimer en tanto el sufriente respondía al exitoso nombre de Pasqual Maragall, ex alcalde de Barcelona y ex presidente desde el año anterior de la Generalitat. Y como sucede casi siempre durante unos días, a lo sumo un mes, no se hablaba de otra cosa sino de la dolencia de este político catalán, el primero de España que directamente anuncia su Alzheimer, impelido por el coraje, un solidario fin y una cierta dosis de irónico humor. Sí, con semejantes ingredientes precisó de viva voz a todos los españoles que había sido diagnosticado de Alzheimer , al parecer según sus próximos en Boston en el mes de julio anterior, pero que, no obstante, no se iba a quedar quieto sino que permanecería del lado político, en parte, además de colaborar en la lucha contra tan temible como terrible calamidad, pues tenía ganas, a diferencia de Ronald Reagan, quien personalmente en 1994 había anunciado, igualmente , que estaba preso de dicho mal. Claro que Maragall tenía 66 años y varios proyectos políticos en el momento de la fatal noticia mientras Ronald Reagan 83, cifras que no necesitan comentario, hablan por sí solas. Ahora bien, en el caso del popular presidente estadounidense, centrándonos en el mal en cuestión, era esperable su confesión pública, pues a la muerte de la inolvidable Rita Hayword en 1987, refiriéndose a la afamada actriz, víctima también de Alzheimer, y a su familia, se manifestó así: «Su coraje, su franqueza y la de su familia han prestado un gran servicio público para llamar la atención mundial sobre la enfermedad». Y, en efecto, así es. El pronunciamiento público de personajes relevantes en estos casos comporta bienes tales como la creación de conciencia social sobre la referida dolencia y estimula a enfermos no muy deteriorados y a sus familias presas en un camino espantoso para el que nunca se está preparado y para el que apenas se cuentan con medios. Familias y enfermos que en el caso español rondan, según las últimas prospecciones, la estremecedora cifra de tres millones. En cuanto al anunciado humor maragalliano lo corrobora de modo particular el nombre que otorga al Alzheimer, «Eisenhower», debido a su «mala fama», y de manera global su extenso artículo «Contra ''Eisenhower''». Y si hemos de alabar la postura franca de los dirigentes anteriores, por el mismo razonamiento hemos de hacerlo con la familia del importante baluarte de la transición , el ex presidente Adolfo Suárez, incorporada a la anunciada línea de valentía y transparencia solidaria, aunque le ha costado bastante más. Pero lo importante es que se incorporó y ahora hablan con normalidad de Alzheimer y no sustituyen silencios por circunloquios, palabras ambiguas y respuestas ajenas a la verdad. ( ¿Acaso en nuestros días sigue pesando aún un antiguo malditismo sobre las enfermedades mentales?) Y continuando con el duque de Suárez, siempre desde el respeto y la comprensión, debo comentar que me ha causado mucha tristeza la fotografía de éste hace pocas fechas con el rey Juan Carlos en el jardín de su casa de Las Rozas, adonde se desplazó el monarca junto con la Reina para entregarle el Toisón de Oro. Como todos pudimos ver se trata de una foto de espaldas, como en los primeros tiempos -y aun a veces hoy- de las asociaciones de familiares de tales enfermos. Entonces la mayoría de ellos o de sus tutores cuando venía la prensa para hacer una crónica o un reportaje o por cualquier otro asunto mediático, o bien se negaban a que su familiar fuese fotografiado o sólo permitían que se hiciese de espalda. Y, créanme, es doloroso que esto sea así. Pues siguen siendo hermosos, muy hermosos los rostros de nuestros enfermos, pese al deterioro o la ausencia mascada sin remedio en sus ojos, en sus pensamientos, en sus oídos, en sus labios. Puede que distantes de todos. De todo. Pero siguen siendo hermosos. Al primer vistazo y al último. En la transparencia. Pienso. Creo. Corroboro.

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