NUBES Y CLAROS
La ley de la jungla
ES BUEN MOMENTO para hacer limpieza, dijo el ministro de Economía. Y por una vez, y sin que se conozcan precedentes de obediencia semejantes, las empresas se pusieron manos a la obra. Tanto han limpiado que muchas oficinas, obras, naves y redacciones han quedado como si hubiera alarma nuclear y se hubieran decretado servicios mínimos de supervivencia. En el caso de los medios de comunicación de la provincia (del país en general, pero hablemos de los que nos pillan más cerca) se vienen abajo proyectos que apenas daban sus primeros pasos con prometedoras expectativas, otros más consolidados en los que los experimentos con champán se quedaron en el ¡pum!, alguno que lleva años tambaleándose en el toma y daca de la precariedad laboral,¿ El resultado es una nómina que parece interminable de periodistas en la lista del paro, a los que si los hados no lo impiden se sumarán otros cuantos en las próximas semanas. Una de dos: o la prolongada bonanza que hemos estado disfrutando se sostenía en la cuerda floja de las expectativas sin base, o el clima de pánico general lleva a muchos a intentar salvar los muebles antes de que la cosa se ponga peor. Aunque también cabe la posibilidad de que en la época de vacas gordas haya quien aprovecha para llevárselo calentito, y al mínimo toque de alerta hace mutis y espera tiempos mejores. Hace unos días alguien que conoce bien los entresijos de estos procesos me resumió la situación de cierta empresa en proceso de tijeretazo, en ese caso controlado, sobre los candidatos a ser «nominados». «Para ser la cabra que sobreviva no tienes que correr más que el león, sólo tienes que correr más que la última cabra». Es la ley de la jungla. ¡Sálvese quien pueda!