Publicidad y medio ambiente Crisis y tráfico

LA IDEA es buena: en un escrito dirigido a los ministerios de Justicia y Medio Ambiente y al fiscal general del Estado, el fiscal coordinador de Medio Ambiente y Urbanismo, Antonio Vercher, ha pedido que se reforme el Código Penal para poder perseguir a los directivos de las empresas contaminantes -algo muy difícil en la actualidad- tal y como establece la directiva europea de Protección del Medio Ambiente por el Derecho Penal aprobada el pasado 21 de mayo. El representante del ministerio público reclama, además, que se endurezcan y se precisen los delitos contra el medio ambiente, y que se dé publicidad a las condenas contra estas firmas como «el tipo de sanción más eficaz porque afecta al prestigio y éxito financiero» de la compañía. El Derecho europeo está, efectivamente, más avanzado que el español en este asunto, y habrá que acomodarse a él si se quiere hacer operativo el axioma de que «quien contamina, paga», en lo civil y en lo penal. LA NOTICIA llega de Cataluña pero probablemente pueda hacerse extensiva a toda España: el tráfico en las grandes ciudades y en los itinerarios interurbanos cae a causa de la crisis. Los datos disponibles son de Barcelona: en los últimos meses, el tráfico privado en la capital catalana se ha reducido y todos los indicadores así lo acreditan. Ha bajado el número de vehículos que aparcan en los estacionamientos públicos y privados entre un 4% y un 6%, en función de las zonas. Y ha ocurrido algo parecido en las zonas azules. El consumo de combustible, según el gremio de garajes y gasolineras de Barcelona, ha caído este último mes de agosto entre un 6% y un 8% en la ciudad. Fuera, la caída de ventas ha sido mucho mayor. Los indicadores de tráfico contabilizados por el Ayuntamiento barcelonés advierten una caída en el primer semestre del 2,3%. Todo el mundo da por hecho que en el segundo semestre (en julio se produjo el punto de inflexión: la constatación de que el paro no decrece) esa tendencia irá a más. No sólo la macroeconomía nota el quebranto: también la microeconomía. Y los bolsillos de los ciudadanos de a pie.