HISTORIAS DEL REINO
Esto es la leche
ANUNCIABAN los expertos que iba a suceder y así ha ocurrido: el sector lácteo se desploma en León. Cuando una era más joven y recorría los valles de esta tierra para hablar con sus gentes en el bar del pueblo o en medio de un prado, siempre te repetían lo mismo: el campo agoniza, nadie le pone remedio. Y quien dice «el campo» incluye en tal concepto la esencia misma de nuestras raíces, el pilar de oro de nuestra economía desde que dejamos las cavernas, aunque no todos, y optamos por doblar espinazo en la recolección al tiempo que domesticábamos a esos bichos de dos cuernos de los que todo se aprovecha: desde las pezuñas para gelatina hasta la boñiga como abono. Pues bien, el momento ha llegado. Desde que nos unimos a Europa, la fortaleza de Francia y Alemania en este sector mermaron las posibilidades hispanas, bastante mal negociadas en aquel entonces, aunque suficientes para un reajuste inicial que aumentara la exigencia de calidad. De acuerdo, los ganaderos aceptaron el envite y se adaptaron a Europa. Luego llego la Junta con aquello tan bonito de que las granjas de vacas estabuladas no podían estar a tal o cual distancia de los núcleos urbanos, entiéndase pueblos de la montaña y el llano, y que había que cerrar explotaciones. Más tarde las mismas mentes pensantes dejaron que nuestra producción leonesa, de la máxima calidad nacional, pasara a sumarse a la supuestamente «autóctona» de las vecinas Asturias y Galicia, cuyas primeras marcas vemos en anuncios con una vaquita galega o asturiana sobre fondo de la Cantábrica. Francia mima a sus ganaderos, y, con ello, afianza población en los núcleos menores rurales, mantiene vivo e l campo, incrementa su independencia respecto a productos llegados de China o Marruecos, protege lo suyo aunque suponga un tira y afloja con Europa. Competición en la que, por cierto, siempre triunfan los gabachos. España, Castilla y León, León, en cambio, pierden. Debe ser por aquello de la ley cósmica del equilibrio, que siempre beneficia a unos y castiga a los tontos, y, en el juego económico del sector primario, nos ha tocado el capirote, pues diversas empresas han decidido dejar de recoger la producción y castigar, así, a los que les han engordado los bolsillos durante años ante la desidia de las autoridades competentes. Puestos a soñar con la justicia, imaginemos qué ocurriría si la Consejería de Agricultura se molestase en proteger cultivos autóctonos y ganadería, en vez de molestar con chorradas burócratas a los sufridos trabajadores del campo y apostase por este sector en lugar de zaherirlo. Qué pasaría si dejasen de tirar de planes diseñados desde el segundo piso de un bloque de oficinas para pisar el barro de un pueblo y conocer de primera mano las necesidades de los productores, si analizasen el por qué nuestra leche es competitiva en calidad y se la presiona en cantidad, y no me vengan con las cifras europeas y su bla-bla político de salón. Mójense, pisen cucho, oigan a los ganaderos y déjense de sandeces mientras bebemos nuestra propia leche envasada por marcas de fuera de la provincia que se llevan la parte del león, o de la vaca, en los beneficios. Clemente, ponte las botas, los vaqueros viejos y visita el campo.