Diario de León

TRIBUNA

La herencia de San Froilán

Publicado por
JULIO DE PRADO REYERO
León

Creado:

Actualizado:

EN EL PRIMER LIBRO de la Biblia, que hace referencia al origen del mundo, queda doble constancia del encargo que recibe el hombre de parte de Dios para dominar y gestionar los bienes de la tierra, lo que le dio pie al poeta italiano Leopardi para escribir: En otro tiempo el trabajo de la tierra era la ocupación principal encomendada al hombre «Ahora es curioso observar que la porción más ociosa de la sociedad es aquella cuya riqueza consiste en tierras». Así los padres de San Froilán, aunque residentes a mediados del siglo VIII en los arrabales de la Ciudad de Lugo conocidos como Regueiro dos Hortos; aparte de las propiedades, que aquí poseen, conservan las de su lugar de origen en términos de El Bierzo en un pueblecito del Valle de Vega de Valcarce llamado Ruitelán, cuya casa solariega estaba ubicada en el lugar, que hoy ocupa la ermita del Santo en parte excavada en tierra a manera de cueva y adonde se dirigió a sus 18 años para discernir en el retiro y soledad su vocación alternándolo con la oración como lo constata su biógrafo Juan Diácono quince años después de su muerte al mismo tiempo que «recorría e ilustraba las ciudades y poblados predicando la palabra de Dios y teniendo siempre su espíritu elevado a Dios» de suerte que pudo sacar la conclusión en estos últimos tiempos el poeta A. Machado: «En mi soledad he visto cosas claras, que no son verdad». Esta heredad en su señorío es la que a su muerte legó a la Diócesis de León, a cuya jurisdicción, no sin salvarse varios pleitos favorablemente pertenecían hasta el año el año 1055, en que pasó al Obispado de Astorga. Aparte de estos bienes no le conocemos otros a San Froilán que el llamado «rubí de San Froilán», posiblemente regalo personal del rey Alfonso III, de quien fue gran amigo y colaborador que parece que fue legado de su última voluntad para sufragios y el culto de la catedral, como consta en un acta del año 1395, con cuyo usufructo se costeaban la Procesión y Fiesta del santo hasta que a finales del siglo trece parece ser que se donó a la Casa Real, lo que posiblemente fuera causa de los sinsabores y dificultades por lo que hubo de pasar el Obispo Aleramo que regentaba entonces nuestra diócesis. Objeto de herencia no solamente son las riquezas y otros bienes sino también los derechos y obligaciones del donante; por lo que teniendo en cuenta que el pueblo leonés como dice el P. Lobera en su obra Grandezas de la Ciudad de León aquí a San Froilán siempre se le tuvo como «su patrono, su padre, su hermano, su devoto y abogado» a él en el transcurso de los tiempos constantemen te se ha dirigido y «por su intercesión ha recibido mucha parte o la mayor parte de los buenos sucesos de su prosperidad, salud, honra y de toda otra clase de bienes». Efectivamente su citado biógrafo deja constancia de que al conocerse en el otoño del año 905 la grave enfermedad que aquejaba a San Froilán por todas las partes entre sollozos exclamaba: «¿porqué nos dejas, Padre y Pastor?» y después de su muerte se volvieron a escuchar los llantos en el año 995 cuando se supo que el caudillo árabe Almanzor había asediado la ciudad con intención de arrasarla, a sangre y fuego, viéndose en la necesidad de desprenderse de su tesoro y reliquia más que rica que era el cuerpo del santo, que hubo de ocultarse en las Montañas del Curueño donde había hecho vida de ermitaño y monje, alternándolo con la reevangelización de estas tierras e igualmente más tarde cuando fueron trasladadas violentamente a Moreruela por los monjes del Cister para enriquecer con ellas su naciente abadía no cesando todo el pueblo de León de apoyar este rescate para nuestra catedral, que se consiguió después de enojos pleitos en parte en el Pontificado de Juan Albartino (1134-1180) como consecuencia de una salomónica que adjudicaba mitad por mitad a nuestra catedral y al monasterio, regresando así triunfal y jubilosamente a nuestra ciudad, que en tiempo de sequía, hambre, pestes, tempestades, guerras etcétera... sacándolas en rogativa, acompañadas de las de otros mártires, consiguiendo según el sentir común siempre grandes favores de nuestro Santo. En cuanto a derechos y obligaciones contraídos por los leoneses, aunque no faltan, sobre todo en nuestros tiempos de secularización y laicismo quienes a estos hombres, que se han salido de lo común les considere como locos o iluminados, habría que recordarlos lo que decía Moliére, «hay que reconocer que con frecuencia es un hecho común que todos los hombres grandes llevan mezcladas con su sabiduría un gramo de locura, cuando en realidad quien se desprende de sí mismo y se dan a los demás» son los que, según el poeta latino, «con sus bienes enriquecen a los demás y permanecen para siempre». En este sentido el radio de acción de los beneficiados por San Froilán es muy amplio; sobre todo teniendo en cuenta la figura gigantesca de este santo a quien el P. Croisset en su Año Cristiano traducido por nuestro paisano el P. Isla califica como «uno de los obispos más grandes de la Edad Media» y abarca un amplio radio de acción con sus favores, devoción, fama, que vienen desde Lugo pasando por el Bierzo, tierras maragatas, Ciudad de León, Torío, Curueño, Porma, Esla, Tábara, Moreruela, Tierra de Campos, Valderas, Asturias donde firma la última donación del rey Alfonso en Oviedo poco antes de su muerte etcétera... de suerte que su culto y romerías de la Virgen del Camino queda como un hito importante en el Camino Francés o de Santiago, Santuario de la Virgen de la Velilla, Valdepiélago, lugar de encuentro con su discípulo el aragonés Atilano, que será ya su compañero inseparable hasta iniciar éste el episcopologio zamorano. A San Froilán le estaremos todos eternamente agradecidos sobre todo teniendo en cuenta que acompañó y ayudó al monarca astur leonés a extender la Reconquista por tierras llanas, contribuyendo enormemente en frase de Sánchez Albornoz a «devolver la vida hispana y cristiana en gran parte de la Cuenca del Duero». En consecuencia es muy rica y amplia la herencia recibida de San Froilán, que no podemos ni debemos reducirla a puro folklore, aunque este también sea parte inseparable de n uestra cultura cristiana y patria.

tracking