Jacobinos

LA DESCENTRALIZACIÓN, nos dijeron, contribuirá a acercar la administración a los ciudadanos. Los gobiernos regionales, aseguraron, mejorarán la calidad de los servicios públicos y la proximidad de gobernante y gobernado permitirá, nos juraron, un mejor conocimiento de los problemas y una más rápida y eficaz solución. Todo eso nos dijeron y nosotros, confiados, cuando menos hicimos como que nos lo creíamos. Y ahora, cuando ya el proceso es irreversible, a la que te descuidas sale a relucir el espíritu jacobino francés y en los postres se defiende sin pudor un regreso al republicanismo centralista aunque la cosa, eso sí, no pasa más allá de las tertulias de sobremesa y las posturas oficiales siguen siendo correctísimas en la defensa de lo autonómico. Así, salvo la UPD de Rosa Díez, ningún partido defiende públicamente la devolución a la administración central de competencias como la educación, aunque en privado los argumentos favorables a este tipo de posturas aumentan a derecha e izquierda. Porque lo que no estaba previsto en aquel modelo que todos aceptamos en mayor o menor grado era el sin Dios en que nos hemos metido. La foto del profesor de la Comunidad Valenciana impartiendo la clase de Educación para la Ciudadanía en castellano al lado de un compañero traduciendo sus explicaciones al inglés ante un auditorio de jóvenes que deben flipar con tan surrealista situación, es un buen ejemplo de lo que supone convertir un terreno tan sensible para un país como es la educación en campo de batalla. O, en esta misma provincia, las arbitrarias decisiones tomadas por la autoridad educativa sobre las ratios de materias y grupos, alterado la organización realizada por los centros cuando el curso ya ha comenzado, es otro caso de gestión caprichosa a sumar a los, de momento privados, argumentos jacobinos.