EN BLANCO
Verano azul
HASTA el ojo corto de la televisión, abrumado por el famoseo casposo y especializado al parecer en los secretos de la genética entre hombre y mujer, ha acabado por reconocer que el pasado es tendencia. Siguiendo la estela de series tan legendarias como «Las calles de San Francisco» o «Superagente 86», con zapatófono incluido, de las que Hollywood propone versiones ultramodernas, TVE acaba de anunciar para el inminente 2009 una nueva entrega de «Verano azul», aquella delicia dirigida por Antonio Mercero que se estrenó en el ya casi prehistórico año de 1981. Situando el teatro de operaciones en un coqueto pueblo de la Costa del Sol, creo que era Nerja, los sucesivos y mil veces repuestos capítulos eran un canto a la lírica de lo más próximo y prosaico, así como un divertido estudio acerca de la capacidad adolescente de maravillarse ante las pequeñas cosas que ofrece la vida. Y ello por no hablar de la exploración del deseo y la emoción del cortejo a unas muchachitas en flor, acuciadas de inocente forma por los dimes y diretes amorosos. Mercero imaginó una pandilla de chavales cuyo recuerdo nos pone sentimentaloides : Javi, Pancho, Bea, Tito, Desi o el impagable Piraña, un tragaldabas a tiempo completo. Unos y otros apuntalaron afectos y sentimientos a lo largo del mágico verano, vigilados muy de cerca por Julia y el maestro Chanquete, un fabulador de magnitudes cósmicas que, a pesar de sus muchos años, se mantenía ajeno a los monstruosos trapicheos de la vida. La felicidad es la mercancía más rentable del mundo, así que suena de coña esta remozada versión de un serial clásico en nuestra televisión. Todo un bálsamo regenerador para un país de antigua mala leche y sumido además en un torbellino económico más feo que el cochero de Drácula.