Diario de León

CRÓNICAS BERCIANAS

Cincuenta huevos duros

Ponferrada

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PAUL NEWMAN, que nos ha dejado esta semana, interpretaba en «La leyenda del indomable» a un preso rebelde y tozudo, encarcelado por arrancar todos los parquímetros de su ciudad en una noche de borrachera. La película, rodada en 1967 por Stuart Rosenberg, le valió una candidatura al Oscar al actor y ha pasado a la historia del cine porque en su escena más memorable, el personaje de Newman demuestra su liderazgo ante los demás presos apostando a que es capaz de comerse más de 50 huevos duros. Ahí es nada. El cine está de luto en una semana en la que la crisis hipotecaria en Estados Unidos, la caída de la bolsa de Wall Street, y un sistema económico mundial consagrado al libre mercado, que se asienta sobre un pilar tan intangible como es la confianza y fomenta la avaricia -lo ha dicho Joaquín Almunia y hasta el Vaticano- y la especulación, han estado a punto de desenterrar todos los fantasmas de la Gran Depresión. Y la solución para espantarlos escandaliza. «No se pueden dar 700.000 millones a los bancos y olvidarse del hambre», decía el presidente del Parlamento Europeo, Hans-Gert Poettering, valorando las prioridades del Gobierno de los Estados Unidos, que con su falta de regulación del sector financiero de su país nos ha metido a todos en un aprieto y ahora busca la forma de remendar sus errores interviniendo en el hasta hace muy poco sacrosanto libre mercado. Quizá no quede más remedio que tragárselo, como los 50 huevos duros del indomable Newman, para salir de esta situación. Pero no deja de sorprenderme la facilidad con la que algunos de los que siempre han defendido la privatización de los servicios públicos y la reducción del papel del Estado aceptan estos días una serie de medidas que caminan hacia la nacionalización de los bancos. No les he oído quejarse y me temo que son primos hermanos de aquellos que se escandalizaban cada vez que desde la izquierda que está más allá del PSOE se pedía hace unos años la nacionalización del carbón, ese sector estratégico de nuestra economía, para evitar que la depresión se adueñara de las cuencas mineras. Mientras aguardamos a que se liberen los fondos del Plan del Carbón que tanto esperan los alcaldes mineros para desarrollar los proyectos que deben salvar a sus municipios de la despoblación -y está por ver si aciertan- toda la provincia está estos días convulsionada por otra intervención. La Dirección Provincial de Educación, dispuesta siempre a optimizar recursos en la enseñanza pública, ha ordenado el reagrupamiento de los alumnos en los institutos porque la ley permite hasta un ratio de 30 estudiantes por aula. Y ha puesto a padres, profesores y estudiantes en pie de guerra porque la media, que nadie lo discuta, rebajará la calidad de la enseñanza. Y como el Bierzo, quizá por la herencia minera, siempre ha sido un lugar de indomables, los alumnos de los institutos más afectados se han echado a la calle. «Queremos clases, no corrales. No somos animales», escribían estos días en una pancarta los alumnos del instituto La Gándara de Toreno. Y los veo capaces de seguir comiendo huevos duros hasta ganar la apuesta.

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