A VUELTAS CON ESPAÑA
La crisis se llama paro
EN LO que va de año, la cifra de parados ha aumentado en 600.000 personas, la señal más clara de que la crisis financiera ya se ha instalado en la economía real. Es un dato muy sensible por sí mismo, empezando por su dimensión humana -hablamos de personas, no de números-, pero a la vez da idea del calado de esta crisis sin precedentes, en la que, a diferencia de otras, no es la economía real la que arrastra a la banca, sino la economía financiera la que se lleva por delante a la economía productiva. Ya no se trata tampoco de un problema sectorial, sino de que la pérdida de empleo se generaliza en todos los segmentos de la economía, más allá de la crisis del sector inmobiliario y, por añadidura, de la construcción. El porcentaje de parados es ahora del 11% de la población activa, una tasa que es muy alta para los estándares europeos pero que en España aún tiene peores precedentes. A la gravedad de esta situación para quienes la padecen, se suman otros dos escenarios inquietantes: por un lado, que muchos de los parados que tiene ahora España no disfrutan del apoyo de sus familias, al tratarse de inmigrantes, y por otro, que no sólo cae el empleo, sino que también lo hace el número de afiliados a la Seguridad Social, con los riesgos añadidos que eso entraña. El Gobierno de Rodríguez Zapatero cree que, de momento, puede calmar la situación con subsidios, pero es menos explícito a la hora de ofrecer soluciones más sostenibles y dignas para todos, empezando por prestar ayudas financieras e incentivos a las pymes, que son las empresas que realmente crean empleo en España. Introducir en el debate la rebaja del coste del despido, como hacen el Banco de España y el vicepresidente Pedro Solbes, puede ser un mal necesario, pero en cualquier caso cabe esperar mucho más de la política del Gobierno, ya que la crisis no se atajará con subsidios y despidos baratos, sino invirtiendo en la economía productiva.