EN POCAS PALABRAS OPINIÓN
Desafíos femeninos Un merecido Premio Nobel
LAS GRANDES hazañas del montañismo constituyen un relato de riesgos casi inhumanos, de sacrificios en ocasiones difícilmente comprensibles y de marcas sólo al alcance de un puñado de elegidos. Ninguna mujer ha logrado aún hollar las 14 cimas de más de 8.000 metros del planeta, un objetivo tan exigente que apenas lo ha alcanzado un docena de alpinistas masculinos. De ahí que el nuevo «ochomil» coronado por Edurne Pasaban -el Manaslu, en la cordillera del Himalaya, suma el undécimo de su brillante carrera- suponga, por sí mismo, una victoria del tesón y el afán de superación de la montañera guipuzcoana, aspirante ya firme a incorporarse a una leyenda reservada hasta la fecha sólo a los hombres. Como tantas otras pioneras, Pasaban ha demostrado que es posible acceder a terrenos tradicionalmente vedados a las mujeres, haciendo compatible la feminidad con la dureza de un desafío como el que suponel montañismo de élite. LA CONCESIÓN del Premio Nobel de Medicina a tres destacados investigadores, cuyos esfuerzos propiciaron la identificación del cáncer cervical y el sida, supone un merecido reconocimiento a quienes desde la soledad del laboratorio han perseguido con tenacidad los virus causantes de millones de muertes al año. El esfuerzo y talento del virólogo alemán Harald Zur Hausen fue decisivo para descubrir la conexión entre el papiloma humano y el cáncer de cerviz que abrió una puerta decisiva para la elaboración del remedio que ahora protege a miles de mujeres de la enfermedad. Pero los franceses Montaigner y Barré-Sinoussi no eran menos acreedores al galardón desde que lograron en 1984 descubrir el virus causante del sida. Desde entonces, otros muchos investigadores se han aplicado y se aplican en la consecución de una vacuna contra la pandemia, un desafío titánico que no debería oscurecer el valioso progreso que ha representado convertir la infección por VIH, antes letal, en una enfermedad crónica.