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CIERTO ES QUE, ante la catástrofe, es propio del ser humano esparcir culpas y exacerbar suspicacias. Pero no menos cierto es que tarea de los responsables de la conducción pública ha de ser extremar el cuidado, y hasta las apariencias, en esos momentos críticos. Siempre me pareció que Zapatero es mejor como líder de la oposición que como primer ministro, que es lo contrario de lo que creo que le ocurriría a Mariano Rajoy. Siendo ambos dos políticos innegablemente honestos y llenos de sentido común, aunque carentes de otras virtudes, parece que no están colocados ahora en sus sitios apropiados. Puede que ZP sea hombre para administrar las vacas gordas y propiciar un reparto social más justo, pero, a la hora de la austeridad, a mí me cuadra más el perfil algo adusto de Rajoy. Y toca austeridad. Leo que se inicia una ofensiva parlamentaria del PP para auditar los gastos de Zapatero en plena crisis. Ni siquiera se salvan algunas cuestiones familiares que, en mi opinión, deberían quedar fuera de foco. Pero estamos en una coyuntura en la que hasta el chocolate del loro parece oneroso. Y entonces se pone el microscopio hasta en lo miserable. Algo, ya digo, inherente a la condición humana, tan frágil. Me parece que Zapatero debería saberlo, como debería saberlo esa parte de la clase política que, cuando la sociedad civil tira de las riendas, no parece darse cuenta de que hemos entrado en una nueva era, quizá la del poscapitalismo, y que todos miramos hacia quienes nos representan, en busca de ejemplo. O sea, que, tras este viernes negro para las bolsas del mundo, puede que haya caído el capitalismo tal como lo conocemos hasta ahora, para ser sustituído... ¿por algo, por la nada, por la incertidumbre? Nada menos que en eso andamos. Ya sé que ni siquiera los líderes del mundo pueden dar respuesta a los interrogantes de fondo. Precisamente por eso creo que Zapatero tiene que dar algunas explicaciones suplementarias sobre gastos que parecen hasta suntuarios. Ya sé que lo esencial no es eso, cuando las grandes preguntas se centran en quiénes somos, de dónde venimos y, sobre todo, hacia dónde diablos vamos. Pero entre los sapos que me parece que el presidente tiene que tragarse ahora figura detallarnos para qué le sirven tantos asesores, ciertos fastos, determinados viajes. A ZP, frío como el mármol, le ha llegado la hora de la sensibilidad, no de la doctrina.