SIEMPRE NOS QUEDARÁ París, pero no nos queda un euro. El presidente español y el francés se han sonreído mutuamente y se han palmeado las espaldas, pero cuando se fueron los fotógrafos cambiaron los gestos. ¿Cómo le explicaría el tardío play-boy francés al optimista castellano por qué fue marginado en la reunión de urgencia que celebraron los líderes europeos? Para paliar el pésimo efecto, el francés le dijo al español que los relojes de sus respectivos países
contra la crisis. La verdad es que las dos naciones son súbditas del Ibex y andan buscando refugio para el dinero, que se ha fugado. El prófugo virtual tiene que estar en alguna parte. A nosotros que nos registren, pero lo cierto es que las empresas del Ibex valen hoy 217.629 millones de euros menos que cuando empezó el año y estábamos deseándonos felices Pascuas. Berlusconi, al que el peluquín carísimo no le impide todavía la visión, plantea suprimir las Bolsas hasta que vuelva la calma. Espera que el temporal financiero amaine y no se lleve por delante ni la liquidez de los Bancos ni la solidez de su reciente cabellera. Hay que aferrarse a la esperanza, que miente más que habla, pero sabe que siempre la escuchamos todos, incluso los líderes de la eurozona. En España se ha incrementado el precio del gas, coincidiendo con la caída del precio del petróleo, que es el más bajo de los últimos quince años. Misterios de la economía, que es una ciencia tan indescifrable que convierte al mayor número de sus profesores en discípulos poco aventajados de un día para otro. El único negocio seguro es el de las funerarias y se ha convertido en la guarida de los inversores. A la larga, cuenta con el cien por cien de clientes.