AL TRASLUZ
En ningún sitio
EL MUNDO tiende al coñazo. La mayoría de los políticos se aburren en los actos que ellos mismos organizan, pues dos de cada tres rozan la tortura. No entraré, como De Prada en su primer libro, a organizar los coñazos por orden alfabético, pero el tema da para muchas clases de índices. Arranque tan castizo viene a cuento de las palabras de Rajoy a Arenas: «Mañana tengo el coñazo del desfile -de las Fuerzas Armadas-, en fin, un plan apasionante¿», ajeno a que estaba siendo escuchado a través de un micrófono. Si me dieran un euro por cada acto académico aburrido, conferencia tostón, promesas de ser breve incumplidas, rueda de prensa plasta, y demás variantes de lo soporífero, entonces, terminaba con la crisis financiera yo sólo, pues tendría para dar y regalar. Cualquier acto público que te ponga en un aprieto si te entran ganas de rascarte el cogote debería estar prohibido. ¿Le convierte tal expresión coloquial en un antimilitarista? No, seguro que lamenta haber podido ofender a un estamento al que quiere y en el que tendrá muchos amigos. Un periódico le ha llamado «antipatriota», ¡qué barbaridad! Pero ¿y si la frase la hubiera dicho Zapatero? Algunos hubieran organizado una manifestación de desagravio y exigido que se crease una comisión de investigación. Le pillaron en un tierra trágame, y ya está. No se puede ser solemne las veinticuatro horas del día. En el desfile, aguantó con humildad y dignidad el tipo. Chacón y sus palabras comprensivas dan la talla de la calidad humana de esta ministra, tan injustamente cuestionada por ser mujer. A mayores del gran respeto y admiración por nuestro Ejército, para unos y para otros, incluidos los militares, los festivos¿ ¡cómo en casa en ningún sitio! Vivir sin humor, y sin perdonar, eso sí que es un coñazo.