El dedo en la llaga

NO ES Antonio Banderas persona que se deje llevar por las modas, los intereses económicos o de otro tipo. Muy al contrario, es un hombre que pudiendo vivir plácidamente -ya ha ganado el suficiente dinero como para hacerlo-, sigue implicándose en proyectos arriesgados sólo por el puro placer de dar a la mujer el lugar que le corresponde en el cine, por ejemplo. O para devolver a la sociedad parte de lo que la sociedad española le ha dado a él, apoyándole como persona y como artista que es. De ahí que todo lo que haga o diga interese por su sensatez en los juicios que emite. Lo demostró en el acto de entrega de las Medallas de Oro de las Bellas Artes, que se celebró en el Teatro Colón de la Coruña, en presencia de Sus Majestades los Reyes, y de los galardonados, entre los que se encontraban el propio Banderas, Marisa Paredes, Berta Riaza, el diseñador gallego Roberto Verino, la restauradora Carme Ruscadella, el matador de toros José Tomás, el escritor y guionista Jorge Semprum, y de forma colectiva los Alfareros de Buño, la Brigada del Patrimonio Histórico de la Unidad Central Operativa, y la Fundación Telefónica. Dijo Antonio que «los artistas deben evitar el éxito fácil y lejos de mirar atrás o rehuir el riesgo de caer en la vanidad y la autocomplacencia, los artistas sólo deben mirar hacía el futuro». Y algo más que debería hacer recapacitar no sólo a las gentes del cine o del teatro, también a quiénes han vivido por y para conseguir éxito fácil y dinero rápido: «El objetivo de un artista no debe ser lograr un premio, sino desarrollar su profesión con la mayor libertad». Palabras éstas que recibieron una de las ovaciones más cerradas de la noche.