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Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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HACE cinco años que somos huérfanos de su voz a contracorriente y hoy echamos de menos más que nunca su afilada visión de la historia que ni se crea ni se destruye, solamente se transforma. Hace cinco años le falló a Manuel Vázquez Montalbán el corazón mientras escuchaba los pájaros de acero del aeropuerto de Bangkok y desde entonces nos hemos quedado sin ese referente con el que desayunábamos pan con tomate y una lectura crítica del mundo con la que poder discutir con nosotros mismos. En junio de 1985 anduvo por el Bierzo y escribió su columna para El País bajo el retrato de don Carlos Marx con el que Laudino García decoraba su despacho del ayuntamiento de Igüeña. Estajanovista de la escritura, poeta fundamental que se ganaba la vida escribiendo novelas policíacas que valen por todo un tratado sociológico de la España contemporánea, me dio la impresión entonces de que a Manolo le gustaba más escuchar que hablar, un rasgo de inteligencia que remataba siempre en una síntesis que despejaba las incógnitas. Seguramente hoy Montalbán sería capaz de explicarnos este confuso momento de la historia en el que se extiende el socialismo para ricos, se premia el pillaje y el robo, los estados desregularizadores proveen fondos para salvar a los bancos, los líderes de la derecha europea predican la refundación del capitalismo sobre bases éticas y hasta Botín está convencido de que han sido los excesos de los bancos los que han provocado la crisis y pide que no se transmita el mensaje «de que se puede actuar sin responsabilidad sobre los errores que se cometan». Aquel junio de hace 28 años, Montalbán me dedicó un libro de amor y muerte: «A Miguel que, feliz él, escribe sobre las mujeres que le gustan». Y hoy, huérfano como nunca, vuelvo con él a pasear por una ciudad sin orillas recordando instantes en los que fuimos felices.

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