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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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NO LES falta razón a quienes aseguran que la justicia es linaje divino, ya que por este mundo suele comparecer en contadas ocasiones. Ya Cicerón hablaba de alguien «que tuvo que defenderse con la puerta y las paredes, no con la protección de las leyes y la autoridad de los tribunales». Desde siempre ha habido balanzas orinientas y diosas vendadas que lo veían todo y no sólo entraban al trapo, sino que lo traspasaban con sus ojos. El «caso Mari Luz» ha determinado la unión de nuestros respetables jueces y los magistrados rechazan un castigo para su dudoso colega, señor Tirado. Después de la insurrección del dinero nos llega la de la Justicia y después del paro decretado en muchas empresas, que está dejando desnuda a la gente, viene el conflicto de los ropones. Al fantasma insigne de Montesquieu le ha dado una pataleta. El Gobierno tiene que enfrentarse con una movilización no habitual con el paro de secretarios y protestas de los magistrados. ¿Hay alguien contento en esta tesitura de la vida española? Hace un par de días que vimos clamar al cielo a los guardias civiles con las bocas cerradas. Están hartos de agravios comparativos y no acaban de resignarse a las desigualdades autonómicas. Hubo un tiempo, que se ha hecho remoto en los calendarios, donde se conminaba a los españoles a luchar «por la patria, el pan y la justicia». Ahora parece que se regresa a las mismas contiendas, pero la patria está parcelada, el pan vuelve a estar reñido y la justicia desmantelada. Para acabar de arreglarlo, la Fiscalía descalifica con gran vigor la «causa general» del juez de los jueces y a Garzón le retratan más que nunca. La verdad es que su fotogenia mejora en la misma proporción que su voz se atipla. Nunca hemos creído que cada nación tenga lo que se merece. También en eso falla la Justicia.