Contradicciones europeas Emblemática prisión

LA CONCESIÓN al disidente chino Hu Jia del prestigioso premio Sajarov a la defensa de los Derechos Humanos supone un reconocimiento por parte de la Eurocámara especialmente acertado y oportuno a uno de los más destacados luchadores por la libertad en el país asiático, donde cumple pena de prisión y es considerado por el régimen comunista como un peligroso criminal. Pero la virulenta reacción del Gobierno chino calificando el galardón de «enorme intromisión» en sus asuntos internos revela la paradójica trayectoria de la clase política europea que viene manteniendo durante años con las autoridades chinas una actitud extremadamente comprensiva o paciente respecto a la situación de los derechos humanos en aquel país. Sería oportuno que la concesión del premio a Hu Jia inaugurase una nueva etapa en las relaciones UE-China en que la exigencia de respeto a los Derechos Humanos no ceda ante los intereses comerciales ni la diplomacia políticamente correcta. CON EL inicio de los trabajos de demolición de la cárcel madrileña de Carabanchel, que hace ya casi una década dejó de ser una prisión y se convirtió en un gran complejo abandonado, desaparece un lugar emblemático -esta vez esa palabra gastada es ajustada a la realidad- tanto de la represión de la dictadura como de las demandas por la dignificación de la estancia en las cárceles españolas. Pese a que algunos grupos intentaron hasta el último momento preservar parte del edificio como un reducto de la memoria, la mayoría de los vecinos del barrio apostó por abrir paso a la excavadora y sustituir el emblema carcelario por los símbolos del estado de bienestar que representan el nuevo hospital proyectado y un complejo de viviendas. Probablemente sea ésta la solución más acertada para unas ruinas donde sólo quedaban cascotes y basura, porque la memoria del sufrimiento siempre tendrá un lugar en el recuerdo de muchos que, al contemplar las nuevas construcciones, podrán reconocer en ellas los frutos de la libertad.