Diario de León

TRIBUNA

La crisis de 1929 y Keynes (I)

Publicado por
PEDRO MENÉNDEZ MARTÍNEZ
León

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LA CRISIS que desde el 2007 asola el mundo y que se está mostrando con especial virulencia durante el último semestre de 2008 es una situación de proporciones planetarias. Afecta directamente a Estados Unidos y Europa y, por ende, al resto del mundo con el que mantienen relaciones comerciales y financieras debido a la globalización de los intercambios de todas las economías nacionales. Afecta, de igual modo, a todo tipo de agentes económicos, desde particulares, a empresas (grandes y pequeñas), a pequeñas y grandes corporaciones financieras que están viviendo un auténtico annus horribilis traducido en intervenciones masivas y más o menos urgentes, pérdida de confianza de accionistas e impositores que ven peligrar sus patrimonios, etcétera. Afecta tanto a la economía real como a la economía financera, trasladandose sus efectos a una gran velocidad en gran parte debido a los instrumentos de ingeniería financiera que se han diseñado y cuya utilización se ha democratizado de forma imparable. El hecho de que un habitante de Alabama no pueda pagar la hipoteca que grava su vivienda y que contrató para la adquisición de la misma, hace años no hubiese tenido más trascendencia que la ejecución de la garantía por parte de su prestamista. Éste, en función de la propia legislación estadounidense en cuanto a la dotación de provisión asignada par este tipo de operación, de sus recursos propios exigidos, también para este tipo de operación, y de su propio sentido de la prudencia en cuanto a la cobertura de su cartera de riesgos, vería minimizado el riesgo motivado por este impago. Sin embargo, en una situación como la actual, este préstamo hipotecario se ha titulizado, empaquetado en emisiones de deuda seguramente en otro lugar del mundo, asegurado por una compañía de seguros, etcétera, con lo que las consecuencias se han propagado como una auténtica metástasis en todo el sistema económico mundial. Uno de los aspectos más importantes que podemos atribuir a esta crisis es la ausencia de referentes cercanos, lo que actúa como un catalizador sobre los agentes económicos al no tener con qué compararla y que causa un efecto devastador traducido en inseguridad e, incluso, sensación de pánico en muchos casos apenas mitigada por declaraciones o actuaciones de líderes políticos de todo el mundo. Sin embargo sí es posible una comparación que incluso puede parecer sorprendente con la crisis de 1929 (Gran Depresión) que una lectura atenta de los textos de John Maynard Keynes nos puede proporcionar y que se pueden encontrar recogidos en el libro Ensayos de Persuasión. En esta publicación se recogen artículos, conferencias y otros textos de entre 1919 y 1931, aunque ediciones recientes contemplan también algunos textos posteriores, que nos ofrecen similitudes impensables con la actual crisis tanto en su diagnóstico como en las recetas. 1. Diagnóstico de la crisis. Existe un componente básico de la actual crisis económica (incluso hay quienes le asignan el 100 % de la responsabilidad en la misma) que es el componente financiero en referencia a la actuación de las entidades financieras en general a lo largo y ancho del mundo. Veamos qué opina Keynes sobre esta faceta en la crisis de 1929: «...pero todo este nerviosismo, histeria y pánico, que están convirtiendo nuestros acuerdos monetarios en una farsa y poniendo los mecanismos financieros mundiales al borde de una paralización, solo pueden rastrearse superficialmente en los recientes acontecimientos, que se han producido de modo repentino. Tienen sus raíces en la lenta y regular erosión de los recursos reales de los bancos, como resultado del progresivo hundimiento de los valores monetarios durante los dos últimos años». «Hay una multitud de activos reales en el mundo que constituyen nuestra riqueza en capital, edificios, existencias de mercancías, y así sucesivamente. Sin embargo, los propietarios nominales de estos activos han tomado con frecuencia dinero en préstamo para acabar convirtiéndose en tales». «Las fluctuaciones modestas del valor del dinero, tales como las que hemos experimentado frecuentemente en el pasado, no implican sustancialmente a los bancos que han interpuesto su garantía entre el depositante y el deudor. Porque los bancos toman de antemano en consideración alguna medida de la fluctuación del valor de los activos singulares y de los activos reales en general, exigiendo al prestatario lo que se denomina propiamente un «margen». Es decir, solo le prestarán dinero hasta cierta proporción del valor del activo que desempeña el papel de «garantía» ofrecida por el prestatario al prestamista.» «Pero consideremos lo que pasa cuando el cambio a la baja del valor monetario de los activos, dentro de un período de tiempo breve, excede de la magnitud del «margen» convencional en una amplia proporción de los activos contra los cuales se ha prestado dinero. Las catastróficas consecuencias para los bancos son obvias de modo inmediato». «El propietario aparente del activo real lo ha financiado tomando dinero en préstamo del poseedor real de la riqueza. Además, todo esto se ha instrumentado en gran medida a través del sistema bancario. Es decir, los bancos han interpuesto su garantía y no lo han hecho de modo gratuito. Ellos se enc uentran entre el prestatario real y el prestamista real. Han dado su garantía al prestamista real; y esta garantía sólo es buena si el valor monetario del activo perteneciente al prestatario real equivale al dinero que le ha sido adelantado». Si tuviésemos que describir de modo resumido el origen de la crisis actual tomando datos, por ejemplo, de lo visto y leido en los medios de comunicación al alcance de cualquiera de nosotros en los últimos meses, ¿no suscribiríamos la totalidad de lo expuesto por Keynes?

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