CRÓNICA SEMANAL
Zapatero quiere ganar fuera de casa
DESOYENDO los consejos de los más prudentes, el Presidente Zapatero se ha lanzado a una intensísima actividad internacional para sentar a España en la reunión del G-20, aun sin pertenecer a ese grupo. «Lo importante no es estar ahí sino lo que se vota en el Fondo Monetario Internacional», ha sugerido el siempre razonable Pedro Solbes. Pero a Zapatero ese argumento no le consuela. Quiere estar ahí y hasta el propio Mariano Rajoy, aunque critica la actividad diplomática del Gobierno, sugiere también que «España debe estar en esa reunión, como sea». Solo le falta al presidente ese deseo del líder de la oposición. La no presencia final en el encuentro supondría un mayor fracaso. Lo más llamativo es el convencimiento del presidente y la vicepresidente De la Vega de que «estaremos en la cumbre». Más allá del reconocimiento en Zapatero de un «optimismo antropológico crónico» y teniendo a Georges Bush con el ánimo de venganza intacto por la retirada de tropas españolas de Irak, solo cabe imaginar que Nicolas Sarkozy podría haber alcanzado un acuerdo-red con Zapatero para ceder la silla de Francia a nuestro país. Al fin y al cabo, Sarkozy es en este semestre -aunque desearía que para siempre- el presidente de turno de la Unión Europea. Se supone que tiene dos entradas para el evento. Dado que británicos, alemanes y hasta chinos también quieren a Zapatero en la reunión, las posibilidades aumentan pero no resuelven las aspiraciones españolas. Si esto fuera fútbol, que no lo es, se diría que Zapatero quiere ganar como sea fuera de casa. Necesita esos puntos porque la situación interna le augura que aquí vaya perdiendo partidos. La crisis es mundial pero el crecimiento desbocado de España en la última década y media sobre bases poco sólidas -la burbuja inmobiliaria sobre todo- hace que el desplome sea aquí más seco. Las últimas cifras de la Encuesta de Población Activa marcan no sólo cifras preocupantes, sino una aceleración del agravamiento de la economía. El espejismo de las fusiones bancarias Todo sucede tan rápido que hasta los puntos agudos de la crisis cambian. Hace solo veinte días se hablaba solo de crisis financiera, estrangulamiento del crédito, inseguridad de los ahorradores, riesgo de pánico colectivo, etcétera. «Esa situación ya pasó, ya está controlada», afirma con autoridad Juan Quintás, presidente de la Confederación de Cajas de Ahorro, una de las personas que más activamente actuó para que la alarma social no se extendiera. Se le debe agradecer especialmente porque no todos actuaron con la misma intensidad, ni serenidad. Al contrario: hubo quien trató de sacar algún beneficio de la crítica situación. En ese grupo están algunas entidades de crédito -un par, o si acaso tres- que dieron pie a supuestas dificultades en otras casas para acoger a ahorradores asustados por los rumores. No es descartable que terminen aflorando algunos casos con nombres y apellidos. En otro orden de cosas está la frenética actividad de algunos presidentes de Cajas de Ahorros que cuando escucharon la palabra «fusiones» como supuesta solución para aplacar los dolores financieros corrieron a situarse en primera fila de la carrera por si acaso. «Las fusiones, en sí mismas, no resuelven problemas en las entidades», sostiene Quintás. Por otra parte, no es cierto que Zapatero las preconizara como los interesados creyeron entender, aunque sí parece que Manuel Chaves hiciera alusión a ella, en el caso andaluz, porque siempre estuvo a favor. Pero ni siquiera allí ha concluido la renovación en la fusión de Caja El Monte y Caja San Fernando, que dio lugar a Cajasol, entidad que, por cierto, exhibe uno de los índices de solvencia mejores (más de un trece por ciento cuando el Banco de España le requiere un ocho). La impresión en la Ceca es que no habrá fusiones de cajas en España y el propio presidente Touriño descartó hace días esa posibilidad en Galicia. Otra cosa es que algún presidente de entidad sueñe con ello. Pero eso no resuelve la crisis, que es lo importante y lo urgente.