EL RINCÓN
El gasto ofensivo
EN LA «CLARA, limpia y perfecta Barcelona» se están dando abundantes casos de imperfección y de suciedad administrativa. Si no nos escandalizamos es porque hace mucho tiempo que, como certificó André Bretón, el escándalo ha muerto. Se sabe que los ricos son proclives al exhibicionismo. ¿De qué les serviría su dinero si los demás no supiéramos que lo tienen? El bienestar no sólo tiene como objetivo estar bien, sino refregárselo a los que están peor. Se dice que la envidia, que es un pecado universal, tiene entre nosotros sus máximos especialistas. No sé ya que no he convivido con todas las distintas y semejantes tribus humanas, pero ¿por qué se habla menos de quienes la provocan? Hay gentes cuya aspiración suprema es darle envidia a sus contemporáneos. Cómo será la cosa que el coche tuneado del tal Benach, presidente del parlamento catalán, ha abierto una brecha en el tripartito y ha conseguido dividirlo en más partes. Destinar más de nueve mil euros en extras para su vehículo de lujo es poco acorde con la situación española y Cataluña, mientras no se demuestre lo contrario. El dinero exige pudor. El desempleo y la bolsa están batiendo sus plusmarcas y el paro se ha incrementado, si se llevan bien las cuentas, en cerca de 900.000 personas en el último año. ¿Por qué son tan ostentosos algunos cretinos periféricos?, ¿quizá por plagiar a algunos bobos centrales? En Andalucía más de 700.000 personas buscan empleo. ¿Qué se hace con ellos? Ponerlos al borde de las carreteras para ver pasar los coches de lujo sería una solución, pero transitoria. La gente se cansa de desempeñar eternamente el papel de espectadores. No vendría mal un poco de austeridad en el gasto público, pero quizá vendría mejor algo de vergüenza.