Diario de León
Ponferrada

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«LO IMPORTANTE es la forma en que vivimos y el mensaje que dejamos al morir», decía hace unos días la científica italiana Rita Levi-Montalcini, Premio Nobel de Medicina en 1984 y a punto de cumplir cien años, investida Doctora Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid. La frase me viene como anillo al dedo para contarles como ha vivido el periodista marroquí Ali Lmrabet, que hoy abrirá en Ponferrada la Semana de la Interculturalidad, y que ustedes decidan cuál es el mensaje que nos está dejando. Nació en Tetuán, y es el mayor de una familia de catorce hermanos de origen rifeño, según cuenta el estupendo artículo sobre su vida que puede encontrarse en la Wikipedia, la enciclopedia libre, y que el periodista siempre recomienda consultar cuando alguien quiere saber de él. Estudió en una escuela para niños judíos que también admitía a musulmanes becados. Y antes que periodista, fue diplomático. Estando destinado en la embajada marroquí de Buenos Aries, Ali Lmrabet se atrevió a denunciar las corruptelas del embajador y tuvo que volver a Rabat para desempeñar un cargo de escasa importancia. Donde otros callaban, él decidió hablar. Y quizá por eso se hizo periodista Acabado el reinado de Hasan II, los llamados años de plomo, comenzó a colaborar con la prensa aperturista y trabajando para Le Journal fue el primero en entrevistar a un gobernante israelí -Benjamín Netanyahu- en un país árabe. También marcó un hito cuando entrevistó a Malika Ufqir, hija de un general que participó en un intento de golpe de Estado contra Hasan II en 1973 y que junto al resto de su familia, había permaneció desaparecida durante 20 años en una prisión secreta en el desierto. Lmrabet se fue de Le Journal en 1999 porque no le quisieron publicar un artículo donde ponía en duda la voluntad reformista del nuevo rey Mohammed VI y creó una publicación nueva, Demain , que el Gobierno marroquí cerró antes de un año. Lmrabet no se rindió y en el 2001 creaba «Demain Magazine», una publicación que sobrevivió únicamente con las ventas porque los anunciantes temían la línea crítica de la revista. Con su versión árabe, Dumán , llegó a más lectores y aumentaron las presiones del poder político. Cuando publicó que el rey podría estar pensando en vender su palacio de Sjirat, en el sur de Rabat, fue condenado a cuatro años de cárcel, luego rebajados a tres. Inició una huelga de hambre y su historia trascendió hasta el punto de que una campaña internacional sirvió para que el rey le indultara en enero del año 2004. Ése mismo año, recogió en Ponferrada un Micrófono de Oro en reconocimiento a su labor. Hoy Ali Lmrabet, que ha denunciado desapariciones y torturas, la marginación del Rif, y que ha llegado a cruzar el Estrecho de Gibraltar en patera para informar de la emigración clandestina, no puede ejercer su profesión en Marruecos por decir que los saharauis de Tinduf son refugiados y no prisioneros del Polisario, como asegura la propaganda oficial. Y éste es el mensaje que nos están dejando Lmrabet. «Eso es lo que nos sobrevive. Eso es la inmortalidad», dice a sus noventa y nueve años Rita Levi-Montalcini.

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